Emiko Ena estaba cada día más y más nerviosa. Cada vez que aquel chico, él del incidente de la clase de gimnasia, se le acercaba. La sangre le hervía de vergüenza y se sonrojaba. Prefería evitarlo a toda costa y lo consiguió por toda una insufrible semana.
Es que, aquel muchacho llamado Ángel, parecía no tener sangre en la cara. Mientras más se esforzaba Emiko por rehuirle, más se empecinaba con toparse con ella y avergonzarla frente a sus amigas balbuceando algo que sonaba a unas torpes disculpas.
El chisme del "homenaje viril" de su compañero de clase se extendió por todo el colegio. Lo comentaban en todos los grados, en todos los salones, en todos las redes sociales de su nueva escuela secundaria. Muy pronto, la fama que Emiko se construyo desde la primera vez que piso la escuela. Esa fama tan escrupulosa y planificada que se fabricó, se resquebrajo gracias la estúpida tendencia de Ángel Ferredel, el nerd de la bandera izada del salón.
Lo peor es que está inusitada fama pareció agradarle al estúpido Ángel. Su ego estaba por las nubes y se sentía el macho más macho del colegio. Una erección del idiota del salón no reduciría a Emiko a una simple co-protagonista del chiste del momento. Eso es lo que más le enfurecía. Quería golpear al idiota de Ángel, ahorcarlo, insultarlo, patearlo y humillarlo públicamente para volver a ganar su lugar en la jerarquía social del salón de clases, pero se moría de vergüenza al verlo. Eso la enfurecía mucho.
No, ella no era ese tipo de chica tímida y sumisa ¿O si lo era? Con tantos cambios de personalidad, de imagen y de costumbres en tantos colegios al rededor del mundo Emiko tal vez, solo tal vez, se había olvidado de su verdadera naturaleza.
No, no y no, se decía a si misma una y otra vez. Esta vez, lo pongo en su lugar a ese don nadie. Pero cuando lo veía caminando estúpidamente con la espalda encorvada, los delgaduchos brazos, el cabello gomoso de tanto fijador y los anteojos. Esos anteojos de marco negro grueso. Como lo odiaba. Si el idiota de Ángel fuera listo podría usar sus anteojos para tener una apariencia Hipster que esta de moda. Era delgado y no muy bajo, si es que se paraba derecho. Podría tener buen porte si se lo proponía. Y esa cabeza, ¡Ay dios, esa cabeza! pensaba Emiko. Si dejara de engominarse el pelo no parecería que llevaba un casquete grasoso sobre la cabeza. Podría recortarselo un poco a los costados y dejarse un flequillo que le daría ese aire de intelectual, encantador y hasta enigmático que tanto le gusta a las chicas hoy en día. Pero ¡noooooo! Al señor le gustaba parecer una caricatura de nerd.
Y esa personalidad tan débil. Pedía a gritos ¡Por favor búrlate de mi que no sirvo para nada! Es que Ángel era tonto, pero con ganas. No entendía que el asunto no es ser quien realmente eres, si no quien realmente a los demás les gustaría que fueras. Es un caso perdido, un desahuciado social.
La belleza hoy en día es casi una exigencia. Si no te vez bien para los demás, no haces sentir bien a los demás, no haces feliz a los demás, no eres adorable para los demás y sobre todo, no eres sexi para los demás. Estas acabado. El juego es vivir para agradar, solo así puedes triunfar ¡Esto se trata de llamar la atención, no de ser quien eres!
¡Maldito Ángel Ferredel! ¡Me cabrea demasiado su incapacidad social! Se decía a si misma Emiko cada vez que lo tenía a la vista y luego se ocultaba tras sus libros, corría por los pasillos o se metía al baño de chicas para no tener que hablarle. Seguía sonrojándose cada vez que lo veía.
- Hoy no será así ¡Hoy aniquiló al estupido de Ángel!- Dijo en voz alta en el retrete del baño mientras tenía la falda escocesa en los tobillos y la ropa interior rosada de pequeño pony en las pantorrillas.
Salio con decisión del lavado de las chicas y camino por los pasillos cargando su mochila en un solo hombro haciendo bambolear su nuevo llavero de peluche. Tenía el cabello negro recogido en una cola de caballo y se lo soltó com ímpetu. Si se hiba a sonrojar por centésima vez, mientras le hablaba al "mono herectus" ese, por lo menos su cabello no dejaría en evidencia sus mejillas coloradas.
Entro al aula. Hoy al medio día les tocaba matemáticas y ya estaba por terminar el receso. Seguro que el nerd de Ángel estaría ya en el aula acomodando sus libros y cuadernos. Lo peor es que Ángel ni siquiera era bueno para las matemáticas. Aún así, siempre estaba sentado de primero en el salón de clases. Ahora que lo pensaba, Ángel Ferredel no era bueno en nada.
Sus ojos recorrieron el aula y una pizca de alivio rondó por su mente. Por suerte sus nuevas amigas no estaban. La semana pasada se estaba posicionando como la más coqueta, l linda colegiala japonesa del grupo, hasta que Ángel le arruinó todo con su chiste. Las coquetas siempre es el grupo de chicas más bullicioso y por suerte hoy estaban en algún otro chisme, lejos del aula.
Su vista se centró en el idiota de Ángel, como si Emiko fuera un ave de presa. Ese idiota de Ángel Ferredel había estado ufanandose con todos sus amigos nerd, y a sus espaldas, sobre que sus dotes masculinas habían impresionado tanto a Emiko, pero tanto, que ahora le tenía pavor. Era un sinvergüenza mal nacido. Colgarse de ella para hacerse de una fama de macho dotado. Eso sí no lo permitiría.
Emiko tomo aire y se acerco enérgica. A cada paso que daba sentía la sangre fluir hasta su rostro. Esperaba no fuera por vergüenza, si no por odio. Dos pasos más y el imbecil de Ángel estaba levantando la mirada con ese rostro de niño enfermizo mimado. Emiko no se detuvo a pesar en que escuchó claramente la campaña y el barullo de sus compañeros de clases al entrar en el aula.
No, está vez no correría. Le cantaría sus verdades ante todo el mundo y le daría el bofetón de su vida por andar inventándose historias absurdas ¡Estupido, estupido Ángel!
Sus ojos se encontraron y Emiko sintió un tirón eléctrico recorrer su cuerpo. Se dominó así misma al ver la expresión de asombro embobado en la cara de aquel muchacho ¡Si no fuera tan tonto! ¡Tan descuidado en su aspecto! ¡Tan poca cosa!
Ella también fue así en algún momento y eso no sirve de nada. O eres lo que los demás quieren o no eres nada. Ese último pensamiento le dio valor para dar el siguiente paso y plantarle cara a Ángel Ferredel, el perdedor que se ufana de haberla conquistado con solo una erección.
Cuando abrió la boca para gritar, hacerse oír, decir a los cuatro vientos que era un pobre diablo necesitado de atención ocurrió nuevamente. No, no una erección, Ángel está vez estaba demasiado asustado para eso. Lo que ocurrio fue otro desastroso accidente.
La vieja, desgastada y arruinada mochila de Ángel estaba bajo su pupitre como siempre. Él tenía una de sus piernas apretadas contra la mochila con la esperanza de evitar que se la roben. Era un chiste común robarle la mochila, escondersela o simplemente arrojarsela entre los muchachos del salón mientras Ángel trataba de reír con ellos buscando que se la devolvieran. Sin embargo, con el susto de ver de pie a Emiko su lado. Ángel estiró las piernas y su mochila cayó al piso para terminar enredando una de sus correas en los pies de Emiko. Está, a falta de argumentos que le llegarán a la mente, se preparó para descargar un bofeton adelantando su pie para poder agacharse a la altura apropiada. Trastabillo al enredarse con la mochila y cayó pesadamente con la mano derecha levantada sobre el pupitre de Ángel.
Lo que ocurrió no fue nada bonito. Emiko, en su enredo perdió el zapato, mientras su bofetón impactaba en los genitales de Ángel. Su cabeza terminó en los hombros del chico muy cerca de su rostro. Casi podía sentir su respiración ahogada y silbante. El dolor del golpe había dejado sin aliento al pobre Ángel. El largo y sedoso cabello de la muchacha ondeó como un estandarte llamando la atención de todos. La fuerza de su ira fue tal que la carpeta se destabilizó con el peso de ambos muchachos y cayeron pesadamente al suelo. Emiko casi se rompe la cabeza si no fuera por que Ángel la abrazó para evitar el impacto, todo el golpe contra el suelo lo recibió Ángel, pero el resto de sus cuerpos quedaron muy magullado entre los fierros y la madera del pupitre.
Lo peor no era el dolor físico si no la vergüenza. Emiko sintió una brisa demasiado fresca entre las piernas. La falda escocesa se le había subido hasta la cintura y tenía el trasero levantado a la vista de todos exponiendo su ropa interior mientras su mano derecha estaba bien sujeta al miembro de Ángel.
¡Qué Horror! ¡OTRA VEZ ESTABA HINCHANDOSE!
ESTÁS LEYENDO
Mi Locura Por Elezard
Genel KurguÁngel Ferredel es un adolescente español típicamente Loser. Es un chico de 15 años de hombros caídos, cabello enredado, delgado y pésimo en los deportes, pero tiene algo que lo hace peculiar. Es el amo de las redes sociales. Tiene miles de seguidore...