Balada Para Un Ciego

Prólogo

-Dondé estoy?-.

Abrió lentamente los ojos, sus pestañas se habían adherido unas a otras por la humedad en ellas. Sus manos temblaban, al igual que sus labios resecos.

Las paredes de su alrededor eran completamente blancas. Sólo los accesorios de metal le daban algo de color a la habitación. Los ojos de sus padres no se apartaban de ella, al igual que la mujer y el hombre de blanco. Todos la observaban atentamente, buscando la forma de decirle lo que ella no quería escuchar.

-Ayer en la noche te intentaste suicidar. Gracias a Dios no resultó y ahora estas mejor mi niña-.

Sus ojos comenzaban a cristalizarse por las lágrimas, su garganta le quemaba todas las palabras, mientras que sus voces le gritaban que hasta en eso fracasó. Su suicidio no resultó como ella esperaba. Aún se encontraba en el mundo de los traicioneros, se encontraba con toda la sociedad cruel.

Su peor temor se había hecho realidad. Seguía estando viva y eso es algo que no se puede perdonar tan fácil.

-Llegamos a tiempo y te trajimos aquí, para que los doctores te salven la vida-.

En cada palabra que salia de la boca de su madre, sus frustraciones aumentaban.

Su mente se nublaba con cada uno de sus recuerdos de la noche anterior; el dolor de sus emociones la habían orillado a escoger ese destino, nadie tenía derecho a regresarla a la vida. NADIE TENÍA DERECHO.

-Yo sólo quería ser feliz... por qué me hicieron esto? -.

Lágrimas que ya no se preocupaba en ocultar le brotaban de sus ojos rojos, era insoportable, todo estaba planeado. Ella en estos momento no debería estar viva. No debería ver el llanto de sus padres. Esto no debería haber pasado.

Su cuerpo se agitaba con violencia, era como si tratara de arrancarse la piel con sus propias uñas; su cara encharcada se desprendía de la felicidad.

Irónicamente la muerte le estaba dando una bofetada en vida.