Sueño.

213 38 29
                                    

-¿Me amas? 

Tuvo que preguntar, porque aun no creía que alguien como él pudiera amarle de la forma en que lo hacía, aunque sí comprendía, que su amor era sincero, que su corazón le pertenecía, aunque nunca supo cómo era que se lo ganó en primer lugar. 

-Si, te amo, y nunca me cansare de decirte cuanto te amo. 

Kanon, porque era Kanon, el extraño asaltante de bancos que se comportaba como un buen chico, rodeo su cintura de nuevo, pegando a él, su piel contra la suya, su respiración, su calor, haciéndolo estremecer. 

-Cuanto te deseo ya lo sabes, pero cuanto te amo, lo mucho que te adoro, creo que eso no lo sabes… 

Kanon beso sus labios, caminando hacia él, algunos pasos hasta que Radamanthys cayó en la cama, que estaba detrás de él, una cama que olía como ellos, que tenía objetos suyos y algunos muñecos de peluche, un dragón y un lobo. 

-¿Cuanto me deseas? 

Quiso saberlo tragando un poco de saliva, viendo como Kanon se agachaba para hincarse entre sus piernas, besando sus muslos, con delicadeza, escuchando algunos gemidos de placer. 

-Si, cuanto te deseo… cuanto te amo, después de todo tenemos dos cachorros hasta la fecha. 

Radamanthys llevo una de sus manos a su vientre, observando a los pequeños juguetes, así como unas fotografías en una mesita de noche, estremeciéndose un poco más, cuando Kanon se restregó contra su piel, mirándolo fijamente, con unos ojos lupinos que casi brillaban en la oscuridad. 

-Y si… ese niño es mío, sin importar quien sea su padre, porque yo lo estoy criando… 

Su hijo, el niño nacido de esa horrible experiencia se dijo Radamanthys, sin saber muy bien qué decirle a Kanon, que solo le sonrió, avanzando un poco más, casi sentándose sobre el hermoso rubio, sosteniendo sus muñecas a la altura de su cabeza. 

-Y lo amo tanto como amo a nuestra pequeña, mi bellísimo rubio necio, alto y hermoso. 

Radamanthys le veía sin saber que decirle, como acariciaba su cuerpo desabrochando su camisa, para quitarsela por completo, riendose al ver como se estremecia, relamiendo sus labios, completamente sonrojado. 

-Tu hijo… 

Kanon asintió con una hermosa sonrisa, sus ojos brillando en la oscuridad, al mismo tiempo que esa sonrisa lupina se mantenía en ese rostro que iba quitando su camisa sin piedad, llevando sus manos a su torso, recorriendo cada uno de sus músculos. 

-Nuestro hijo, mi omega… 

Radamanthys no sabía qué decirle en ese momento, estremeciéndose cuando Kanon comenzaba a quitarle el cinturón, si acaso podía sonreír un poco más, ingresando una de sus manos a sus pantalones. escuchando un gemido más fuerte de sus labios, cuando esos dedos rodearon su hombría dentro de su ropa. 

-Mi hermoso omega… 

Cuando Kanon pronunciaba esa palabra era como si ser un omega fuera algo maravilloso, no una maldición, como si lo pensara fuerte o valioso, así que no sabía cómo detenerlo, aunque llevo una de sus manos a su muñeca. 

-No… basta… 

Kanon se rió entre dientes, asintiendo, pero no para quitarse de arriba de su cuerpo, sino para tirar de sus pantalones con todo y la ropa interior, relamiendo sus labios cuando pudo verlo desnudo en su cama. 

-Lo siento, olvide que no te gusta hacerlo vestido… 

Inmediatamente el ladrón de bancos comenzó a desvestirse de una forma metódica, acomodando su ropa en una silla cercana, todo ese tiempo observandole fijamente, manteniéndolo quieto en esa cama, pues, estaba ansioso, demasiado emocionado al verle, aunque no sabía porque era eso. 

Lágrimas de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora