Ritual.

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En la mesa de doce lados, nueve alfas viejos esperaban escuchar lo que las cabezas de las familias Walden, Griffon y Garuda tenian que decirles, ya habia pasado el tiempo adecuado y aun, no presentaban a sus jovenes alfas, quien estaban de pie a lado de cada uno de ellos, cubiertos con mascaras, con ropajes negros. 

No muy lejos, algunos encapuchados entonaban unas oraciones en algún idioma perdido, olvidado por el bien de la razón de los humanos, sonidos inteligibles, que habían sido estudiados por esas familias, quienes esperaban la llegada de aquel que se comunicaba con ellos en los sueños profundos de eones opacos e inenarrables. 

Kagaho estaba sentado en la mesa, con el pequeño Sukyo en sus brazos, aunque desconocía el paradero de su hermano, uno de los tres omegas que dejaron sobrevivir entre las doce familias, los otros eran Minos Griffon y Radamanthys Walden.

Los Griffon eran representados por un hombre joven, de ojos lilas y cabello blanco, lacio, su nombre era Lune, era un alfa nacido de una de las ramas distantes, su sangre estaba demasiado diluida, prueba de ello era que no podía utilizar los hilos del destino, como Minos lo hacía desde pequeño, sus padres, los de Minos, fueron exiliados cuando aceptaron la unión con el joven Apolo, ellos no podían decidir el destino de su descendiente, aunque tuviera la desgracia y el deshonor de nacer omega. 

Al otro lado de Lune, se encontraba un anciano de apariencia adusta, quien sostenía un bastón, con una expresión que claramente decía que fue quien gobernó esa mesa de doce asientos antes de que su nieto lo traicionará, a sus espaldas se encontraba Pandora y Valentine, los dos alfas, vestidos como lo hacían los herederos de aquella familia, una estupidez claro, porque por mucho que le haya enseñado lo que debió aprender su nieto de ser alfa, ellos no tenían la sangre adecuada. 

-No vemos a sus omegas en estas mesas y nos preguntamos si aún viven o los asesinaron para no compartir su sangre con nuestros chicos. 

Quien pronuncio aquellas palabras en ese momento era el sacerdote supremo, el herdaldo del dios demente que aguardaba en el abismo, esperando que la puertas se abrieran, cuando las estrellas fueron propicias. 

Kagaho cargaba al pequeño alfa y esperaba que esa vida fuera suficiente para comprar la de su hermano menor, a quien prefería desposar con alguien a quien pudiera manejar, como lo era Teseo, no deseaba entregarlo a cualquiera de los alfas nacidos de las doce familias. 

-Mi hermano tiene un heredero, su nombre es Sukyo, es un alfa, con la sangre de Aiacos. 

De pronto comenzaron a escucharse varios cuchicheos, pero quien llevaba esa reunión solo levanto la mano, un simple gesto, pacifico, que hizo que ellos guardaran silencio inmediatamente, así como hizo que Kagaho bajara la cabeza, esperando que con ese niño en sus brazos, Aiacos fuera libre de sus compromisos. 

-Minos estaba encerrado en un hospital, pero logró escapar, sin embargo, puedo asegurarles que está vivo, que sigue siendo inmaculado, el pobre tiende a atemorizar a sus semejantes o a matarlos, cuando está demasiado nervioso. 

Se escucharon de nuevo varios cuchicheos, algunos especialmente molestos, porque Minos había escapado y era el único que tenía el don de sus antepasados, era un arma en sí mismo y tan hermoso como la luna. 

-Sin embargo, ya le hemos pagado a un aquelarre para que den con él, solo es cuestión de tiempo para que regrese a casa. 

El encapuchado hizo el mismo gesto y con esa facilidad logró que guardaran silencio, esperando por la excusa del anciano Walden, quien decían, casi mato a golpes a Radamanthys, seguramente para que su familia no tuviera nada que ver con el renacimiento, muchos de ellos deseaban el poder, pero no dar el pago, se dijo en silencio. 

Lágrimas de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora