Derrota

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-Valentine. 

Pronunció tratando de alejarse de su esposo, chocando contra la pared a sus espaldas, escuchando el sonido de la criatura que al igual a como hiciera un perro de caza, una mascota, se acomodo a su lado, dejando que Valentine acariciara su cabeza, que se asemejaba al cráneo de un pájaro.

-Mi amor… 

Radamanthys trato de controlarse, respirando hondo, elevándose del suelo recargado contra la pared, poniéndose de pie, pero aun manteniéndose alejado de su esposo, que sonreía encantado de verlo, aunque tenía ropa de monja, la que estaba manchada de lodo, de agua sucia. 

-Te ves hermoso… Radamanthys. 

Cuando dio un paso hacia el, Radamanthys silenció un jadeo, un gemido asustado, porque no tenía porque mostrarse débil, no tenía porque ver cuanto lo asustaba su esposo, cuya mascota lo seguía con esos ojos muertos, como adivinando sus posibles movimientos. 

-Y te amo tanto, cada día sin ti fue una pesadilla. 

Radamanthys tuvo que sonreír, una mueca amarga, una expresión que decía cuanto creía de sus palabras, la clase de mentiroso que lo creía, después de lo que le había hecho, lo que le harían en ese hospital donde lo encerraron. 

-Ven conmigo, regresemos a casa, te prometo que te gustará vivir conmigo. 

Radamanthys había escuchado suficiente y aunque sabía que podían alcanzarlo, empezó a correr hacia una pequeña ventana que daba a un edificio abandonado, donde subió utilizando algunas cajas, brincando de una a una, hasta llegar a la única salida que pudo encontrar, sin saber, ni entender cómo estaba logrando realizar esa faena. 

-¡Radamanthys! 

La mascota de Valentine comenzó a correr, siguiendo sus pasos, llamándole a las otras que también comenzaron a buscarlo, de las que no se molestó en esconderse, sabía que iban a atraparlo. 

Pero aun así, buscaba la forma de escapar, de alejarse de su esposo y de no lograrlo, al menos, podría decir que lo intento, por él, por el que venía en camino y muy en el fondo, por ese dulce sueño que vio en compañía de ese lobo de oscuro pelaje.

*****

El aroma nauseabundo que invadia esas calles llamó la atención de Kanon, quien no quiso ingresar a la jauría, escuchando un alarido, de algo que no parecía humano, algo que parecía comunicarse con otra cosa parecida, llamándose, como si fueran lobos cazando, pero no había lobo alguno, ni ser de ese planeta que produjera un sonido como ese. 

De vez en cuando esos callejones eran repoblados por las cosas que existían en ellos antes de que llegaran y fundaran su jauría en uno de esos edificios, utilizando la mala fama que ese puerto poseía para tener privacidad, ya que los humanos decían, seres abismales los habían reclamado para ellos y era cierto, por lo que los primeros años tuvieron que destruirlos. 

Aunque, de vez en cuando regresaban a morar esas zonas oscuras, especialmente en las alcantarillas, en las viejas y olvidadas construcciones laberínticas, cuyos niveles inferiores eran incontables, como si esas criaturas les hubieran construido no solo para habitarlas, sino para cazar a sus víctimas, las que caían en esa negrura para no salir jamás.

Kanon respiró hondo, soportando las náuseas que le provocaban esas criaturas, percibiendo uno diferente, mucho más suave y agradable, era el de Radamanthys, quien parecía asustado, de eso estaba seguro. 

-Radamanthys… 

Hasgard asintió, debía ir a donde sus instintos le llamaban, como el acudiría a proteger a su pequeño, no podía dejarlo solo en compañía de Aspros, ni de Ilias, no quería que sufriera lo que muchos omegas, era su hijo, después de todo. 

Lágrimas de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora