La Mansión Oscura.

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La casa donde habitaba Degel, el gobernador de aquella extraña población, era oscura y antigua, solitaria, como si nadie más viviera en ese sitio, los adornos tenían casi todos ellos figuras marítimas, de animales que no alcanzaba a comprender.

No le había ofrecido el puesto de mayordomo, pero sí el de ayudante de cámara o ayudante en general, haría mandados, llevaría recados a donde le dijera y le ayudaria en algunas cuantas tareas, la limpieza o las tareas derivadas a mantener su mansión en orden, serían entregadas a otros seres.

Dos individuos de extraña apariencia, como casi toda la población de Bluegard, a los que juraba no había visto parpadear ni una sola ocasión y tenían el cuello cubierto de una extraña resequedad parecida a escamas, como si sufrieran la misma enfermedad de la piel o fueran de la misma familia, tal vez, compartieran más de un ancestro común.

Degel después de aceptarlo en su mansión, sin demasiado interés, le señaló cuál era su habitación, a que hora se servían los alimentos y que campana tocar si necesitaba algo de sus sirvientes, que la mayor parte del tiempo eran silencioso, cuyo cabello se pegaba a sus craneos de lo escaso que era.

No eran hermosos, más bien, eran bastante feos, algunos de los nobles que conocía dirían que eran sin duda un eslabón perdido entre los humanos y los peces, que tal vez, estaban en un proceso de evolución inversa, para regresar al mar donde habían nacido como especie.

Pudo darse un largo baño en una tina con patas de leon, con agua caliente, jabones y perfumes, tenía suficiente ropa para elegir de entre las prendas que había en su guardarropa, calcetines, todo lo que cualquiera necesitaría, ropa que, de alguna extraña manera, le quedaba a la perfección.

Kardia salió de su habitación, observando a uno de los sirvientes, que le veía fijamente, sin parpadear, quien sin decir una sola palabra, le dio la espalda, como esperando que lo siguiera con un paso lento, que le permitía admirar varias de las pinturas colgadas en las paredes.

Uno de los cuadros tenía a un individuo de cabello negro, rizado, que le llegaba hasta los hombros, con una mirada furiosa, vestido con ropa sencilla, piezas negras con camisa blanca.

El siguiente cuadro era de un hombre con la misma mirada, de largo cabello ensortijado, rubio, ojos azules, vestido de esa manera que llamaría la moda de Bluegard, a la manera en la que él estaba vestido, ropa sencilla, de colores oscuros.

A su lado había otro cuadro, de un hombre bajito, de cabello oscuro, vestido con ropas mucho más coloridas, delgado, con una apariencia mucho más fría, como si careciera de sentimientos.

La siguiente pintura, era de dos hermanos, que parecían gemelos, de cabello rojo como los pétalos de las rosas, vestidos de ropa blanca, con un aire griego en sus vestimentas.

El penúltimo de ellos, era de un hombre pelirrojo, con una mirada fría como el hielo, con piel pálida y algunas pecas cubriendo su piel, debido a la claridad de esta, vestía con ropa sencilla, a su lado, estaba de pie el sujeto de cabello rizado, con una expresión deprimida, como si no deseara estar a su lado, esa pintura era la única que parecía haber sido hecha en otro sitio, fuera de esa mansión.

Esa le llamó demasiado la atención, por lo diferente que era esa expresión a la que poseía en solitario, en el interior de esa mansión, reconocía la chimenea, que poseía dos esculturas de hipocampos del tamaño de una persona, a sus lados.

Una chimenea donde se podría quemar hasta las cenizas cualquier clase de madera, cualquier clase de troncos o tal vez, alguna persona, pensó con cierta extrañeza, preguntándose qué clase de lugar era ese, porque todo estaba tan oscuro, con ese aire marino en sus decoraciones.

Lágrimas de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora