Capítulo 9

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— ¿Nos vamos? — le pregunté a Marck que en ese instante salía de la habitación, asintió sin mirarme.

Desde que fue encarcelado hasta el día de hoy, llevaba sin salir a la calle cuatro meses. Dos en prisión y dos en la clínica, destruir la infección no fue fácil y que él se recuperara de los golpes y magulladuras tampoco.

— Iras en taxi, yo llamaré a mamá — caminó hacia mí y tomé sus manos, intentó soltarse, tuve que entrelazar mis dedos con los suyos.

Me miró en silencio, fue una lucha de miradas, pero también física porque el insistía en soltarse. No había tenido mayores avances, en estos meses, salvo quizás que en las no agresiones. Había logrado controlar su fuerza y sabía emplearla sin causarme daño. Era una mujer testaruda quizás más que él, así que no me rendía fácilmente. Tenía como reto que él se diera cuenta que no era el malo, que era la estúpida chica esa y sus ideas de amor ideal.

— No me voy alejar de ti, tampoco me avergüenza que me vean contigo. Todo lo contrario, me siento honrada de tenerte como amiga — le dije, pero él siguió caminando y me arrastraba con él.

Era un, "OK quieres caminar conmigo, pues hazlo a mi ritmo". Apresuré el paso y me puse delante de él, justo en el momento que el avanzaba. Por lo que estrellé de nuevo con una pared, esta vez era su pecho. Me soltó rápidamente y apoyó sus manos en mi cintura. Sentí su corazón acelerado, latía tan rápido, que parecía haber corrido una maratón. El mío latía igual, pero era, por sentirme tan cerca de él. El suyo era quizás, por enfrentarse a la sociedad que lo juzgo.

Jamás me había ocurrido algo así con Mark, experimenté el vacío en mi estómago al sentir mi cabeza apoyada en su pecho. Por un momento ninguno de los dos habló, era como si él estuviera sintiendo lo mismo que yo. Cuando tuve el valor suficiente, alcé la vista para verle, me vi reflejada en sus ojos azules, que en esos momentos me miraban con dolor y algo de odio.

— No quiero que salgas herida, no soportaría que uno de los míos sufriera por mi causa. — alzó una mano y acarició mi mejilla, ese simple gesto hizo que mi corazón diera un salto, parecía que estuviera cayendo al vacío, y que ese vacío fuera mi estómago.

— Si alguien sufrirá por ti, es porque no te dejas ayudar. Más no por lo que la gente, de afuera piense o diga sobre ti. — le reclamé, pero el, no habló se limitó a verme en silencio, lo que no ayudó mucho a mí ya loco y acelerado corazón.

Acomodó mi gorro y luego revisó mi cuello, sabía ya no tenía marcas. Pero él estaba apenado por lo que me había hecho. Las Pesadillas seguían, solo que ahora no lo tocaba sin antes saber que estaba despierto. Él por su parte, se negaba a que yo durmiera con él. Ni en la misma habitación y menos en la misma cama.

— Creo que el encierro también me está afectando — dije y me miró extrañado.

— ¿Por qué? — preguntó retirando sus manos, le tomé una y la llevé a mi pecho.

— También está asustado como el tuyo o ¿Quizás sea hambre? — dije para aliviar tensión, y empezó a reír, mientras empezábamos a avanzar.

— ¿Qué tiene que ver el corazón con el estómago? Ese comentario en clases con la doctora Yorka, hubiera sido suficiente para sacarte de su clase de por vida. — sonreí, la doctora Yorka era, una mujer estricta con todos. Menos con Marck, quien según ella era un chico muy "inteligente".

— Hablas de la lujuriosa que quería terminarte de educar. — empecé a decir y negó sonriente.

— La que mamá por poco le saca los ojos, cuando se me insinuó... Jamás había sufrido tanta vergüenza. — recordé esa época, el pobre estaba tan afectado que llegó a la casa y se sentó a jugar con mis hermanos por horas.

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