Capítulo 18

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— ¡Quieta! — ordena con voz ruda al verme en la camilla intentado bajarme.

Sonreí de manera inocente al verle de pie en la puerta de mi habitación, estaba de brazos cruzados, ceja alzada, y miraba enojado. Había encontrado en ese gesto, la mejor manera que yo le obedeciera, ya que, con sonrisa y en tono amable no conseguía mucho.

No era ciega, podía ver que estaba delgado, más bronceado y parecía haber pasado malos días. Supe por mis hermanos que vivía en el penhouse, desde que llegó al hospital no había salido a la calle. Su madre había enviado todo lo que pudiera necesitar, con Vincent, se quedaba en las noches conmigo y no permitía que mis padres lo hicieran. Mis hermanos fueron muy meticulosos en sus detalles, insistieron en qué tenía que tenía recordarle, que ellos sabían que yo amaba a su amigo Marck, eso fue antes de que supuestamente yo no lo recordara.

— Ya estoy aburrida peque, me quiero ir a casa — me quejé y soltó el aire y vi que la tensión bajó. — además, sé que tú puedes cuidarme allá. — volví a insistir.

Traía en sus manos un ramo de mimosas amarillas, era curioso que sólo el supiera que era mi flor preferida, era de las pocas cosas que no compartía de mis gustos. Vestía hoy un traje azul, llevaba en sus manos la bata, por lo que supe ya estaba en labores.

Esa noche en que lo ví cerrar la puerta y dejar las luces apagadas, me quedé despierta, sufrí por cada inspiración suya y movimiento brusco. Él quería vencer sus miedos, que lo hiciera en la misma habitación en que yo estaba, me hizo sentir especial. Hablaba de un hombre que no le temía verse vulnerable, quizás producto de que ya lo había visto en miles de facetas y compartido tantas cosas. Estuve tentada a levantarme y abrazarle, pero sabía que era algo que él quería hacer solo, me dije que era el último día de castigo, por decirlo de alguna manera. Jamás pensé que él haría lo que hizo, aunque lo disfruté y menos que mis familias se enfadaran por hacerle eso a Marck.

— Ya falta poco, greñas ese pulmón debe estar sano. — se quitó si chaqueta y la dejó en el sillón junto con las mimosas, un claro indicativo que volvería en cualquier tiempo libre.

Se colocó la bata blanca, tomó el ramo de nuevo, sacó su credencial que prendió de su bolsillo. Se metió entre mis piernas y pude leer su carnet, Marck V. O'hurn I. En un lado de la cama, tenía en mi mano un cepillo, con el que pretendía peinarme. Por eso, me quería bajar, quería hacerlo en un sitio menos rígido que esa camilla, no pensé que sería pillada por Marck.

— Tus preferidas — dijo al entregarme el ramo, no sin antes darme un beso fugaz en los labios, desde lo sucedido la noche anterior tenía miedo, sonreí. — Yo hago esto — dijo tomando mi cepillo y empezando a peinar mi cabello.

— Gracias ¿Tienes mucha practica con chicas, cepillos y cabello? — pregunté al ver su destreza.

— Con mamá y después con Dasha, aún hoy lo hago — sonreí como estúpida al escuchar aquello y lo sentí reír, eso me extrañó un poco y lo miré confundida.

— ¿De qué te ríes? — cuestioné.

— Qué mamá me decia cuando estaba pequeño y pedía peinarla que algún día, no sería ella, sino mi esposa. Recuerdo que le decia que jamás lo haría, así que, si me ve hoy, soy hombre muerto — no lo hacía nada mal, había que decir, sus movimientos no eran torpes, todo lo contrario. Me quito de la muñeca una liga con la que me hizo un moño alto y se alejó un poco a ver su obra — Listo. — murmuró y vi satisfacción en su voz.

— ¿Cómo puedo agradecerte? — pregunté y se encogió de hombros divertido.

— ¿Qué tal si te portas bien hoy? — asentí de manera inocente, siempre recibía quejas de las enfermeras porque jamás me encontraban en la cama, algunas veces las enfermeras iban hasta donde él, sabía que era para tener un pretexto para verle o hablar con él.

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