Capítulo 12

29 6 2
                                    

Una de las leyes de Murphy reza: Por sí mismas, las cosas tienden a ir de mal en peor, parecía que mi vida se había regido por ella. Últimamente era así, lo mío no era vida, era un conjunto de desgracias.

En la clínica, mis clientes seguían desapareciendo, solo tenía un puñado de diez niños, cuyos padres no eran otros más que empleados o compañeros de papá. No había que ser tan inteligentes, para saber que era él o mamá quien los había enviado a mí, aun así, agradecía el apoyo.

Mauren seguía evitando mi cara y en la medida de lo posible los contactos conmigo. Cuando pensé que me mis miedos estaban llegando a su fin, el estrés de estos días, hicieron volver las Pesadillas, esta vez dormía con seguro. Si ella no quería estar cerca de mí, tenía que evitarle esa incomodidad.

Hoy era la inauguración de la galería de ella, recibí la invitación especial, pero parte de su padre. Vivía conmigo desayunábamos juntos, ella tuvo oportunidad de entregármela, en cambio, la envío con el señor Christopher.

— ¿Te encuentras bien? — preguntó el señor Meyer. — no te vez muy bien.

Estábamos en los pasillos de la clínica, allí había llegado a entregarme la invitación. Aún hoy muchos me veían con recelo, papá decía que eran aquellos que no me conocían. Pero yo juraba que eran mis amigos y que, si lo hacían, el señor Meyer, miró a algunos y luego a mí.

— Tiffany está presionando a los Rogers. Ellos quieren que tu hables con tu abuelo para que éste devuelva a Melanie — el señor Meyer se apoyó en la pared a mi lado, mientras yo abría la invitación y sacaba la tarjeta.

— Mis papás están en Moscú, intentan hacer doblegar al abuelo. Yo no lo intentó, porque sé que se enojará, esto lo hace por mí. — El señor Meyer asintió, y mi mirada se dirigió a la tarjeta que acaba de sacar.

Invitado especial, empecé a leer, acompañante Mauren Meyer Evans. No había leído el contenido, imaginaba que era una invitación común. El señor Meyer sonrió, no me miraba o por lo menos no directamente.

— ¿Sabes qué significa? — le pregunté y negó, pero siguió sonriendo — me evita desde hace días, no me mira a los ojos. Ni siquiera deja que la lleve a casa como regularmente lo hacía.

— Deberías lanzarte, decirle lo que sientes — esta vez sí me miró y apoyo una mano en mi hombro — Stephan está por venir, si no lo dices antes que el llegué... Quizás pierdas una buena oportunidad.

— Si me rechaza la pierdo como amiga, ni siquiera sé lo que siento por ella...

— Ella tampoco y es por eso que te evita. Mi esposa y yo te damos la bendición, era algo que desde que te conocimos esperamos. — sonreí con incomodidad, común que el escuchar esto.

— Gracias por la fe, ella aún quiere a Stephan, quizás deba esperar que el vuelva.

— Ven conmigo, será mejor si salimos de aquí. — avanzamos hacia la salida en silencio, una vez fuera soltó el aire — Se lo que es estar frente a una mujer hermosa y segura de ella misma — supe por el brillo en sus ojos que hablaba de su esposa — por lo menos tú no estás en vaqueros, camiseta, no has tenido problemas con el equipaje ni te confunden con un criminal e indigente.

Conocía la historia, greñas me la contaba con mucha gracia. Decía que su padre era el karma de su mamá, antes del señor Meyer, la señora Tiffany era muy estricta. Con la llegada de él, se convirtió en más humana (palabra de Greñas no mías).

— Ella necesitará una mano extra para el traslado de sus monstruos... — Se quedó conmigo unos minutos, mirando a todo aquel que me mirada con la ceja fruncida, reconocí ese gesto, greñas también lo tenía.

Sálvame Donde viven las historias. Descúbrelo ahora