Traición

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Audrey observaba aburrida el mosquitero que cubría la cabecera de su cama, la chica llevaba atrapada bastante tiempo, no sabía exactamente cuánto, había perdido la cuenta de los días hace mucho.
No podía ni recordar cómo lucía su hermana o su hogar, sólo veía las paredes de piedra que la rodeaban, iluminadas por el tenue brillo de unas velas. Podía recordar perfectamente el día que fue secuestrada y llevada a Nunca Jamás.

Se encontraba en su cuarto, sentada junto a la ventana, un libro sobre sus piernas; ella observaba el cielo, pensando en lo que daría por irse, salir de su pequeño pueblo y sólo conocer otros lugares. Cuando una sombra con unos ojos brillantes apareció frente a ella y la tomó de los brazos en cuestión de segundos, y cuando la chica se dio cuenta, estaba volando sobre las casas, dirigiéndose al último lugar que imaginaba. Nunca Jamás.

La chica extrañaba el exterior, el brillo del sol sobre ella, la brisa en su rostro. El cielo nocturno, la luna y las estrellas.

Audrey suspiró y se acostó boca abajo, sólo quería que todo terminara pronto, para poder finalmente salir.

-¡Audrey!

La chica se incorporó de un brinco, justo en el momento en que Félix aparecía por las escaleras con una sonrisa en el rostro. A la morena se le iluminó el rostro.

-¿Buenas noticias?

-Excelentes - respondió el chico tomando asiento junto a ella.

-¿Está Henry a salvo?

-Mejores noticias, ponte los zapatos, tu y yo vamos a salir a pasear bajo las estrellas...

Pan observaba a Henry sentado en un tronco aparte de los niños perdidos, el chico observaba ensimismado un pequeño espejo roto; Baelfire estuvo a punto de llevarse al chico, pero gracias a su rescate fallido ahora él podía escuchar la flauta, sin embargo, había algo extraño con respecto a su actitud. Pan levantó una ceja y caminó hasta el chico.

-Hola Henry - dijo tomando asiento junto a él.

El chico sólo levantó la cabeza y sonrió débilmente para luego volver a encogerse sobre él mismo.

-¿Qué pasa?

-No es nada - respondió Henry sacudiendo la cabeza - sólo... es que estoy casi seguro de haber escuchado a mi padre...

Pan alzó una ceja, las esperanzas del niño eran bastante fuertes, y combatían contra el hechizo que le había hecho Peter para que Henry creyera que todo había sido un sueño, el chico suspiró.

-Pero tú mismo lo has dicho Henry, - dijo él tomando el hombro del chico - tu padre murió, es imposible que esté aquí en Nunca Jamás, ¿no lo crees? Fue sólo un sueño.

Henry asintió bajando la cabeza.

-Sí, eso creo... Pero mis madres, ellas sí están aquí, y me están buscando.

Pan se puso nervioso.

-Cierto, pero debes salvar la magia, ¿recuerdas? - dijo agachando la cabeza y mirándolo fijamente.

Henry suspiró y se puso de pie, alejándose de Pan. El chico sintió cómo su magia se debilitaba a medida que Henry dejaba de confiar en él mismo y de creer en Peter Pan; el pequeño estaba perdiendo la fe que mantenía la magia en su corazón, y sin ella, la magia de la isla también moriría.
Pan tenía que hacer algo, y rápido.


El cielo estaba lleno de estrellas, a pesar de encontrarse en un lugar tan sombrío como Nunca Jamás.
Audrey caminaba tomada de la mano con Félix, la chica lo observó de reojo y sonrió, el chico llevaba la capucha abajo, permitiendo ver su rostro, estaba lleno de tierra y pequeñas y abundantes cicatrices, pero Audrey lo amaba así como era, y lo que más le gustaba eran sus bellos ojos azules.

Niña PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora