El Corazón

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Anna seguía caminando y no veía señal alguna del campamento, la chica temía haberse extraviado en la isla, porque además de ser gigantesca y todo lucía igual, habían lugares en los que no querías estar, y mucho menos solo.

Anna sentía que seguía dando vueltas sin rumbo, pero ni una vez se volvió a topar con su tío y los demás, así que de alguna manera se estaba dirigiendo hacia algún lado.

La chica repasó lo que debía hacer en su cabeza.

Tratar de hacer que Henry confiara en sus madres, intentar convencerlo de no ayudar a Pan, y si no lo lograba, entonces mantenerlo vigilado; y por supuesto mantener a Pan ocupado para que no se dé cuenta de que su sombra sería capturada por Emma, y darles el tiempo suficiente de rescatar a Henry y volver al barco de Killian para escapar. Y Anna tenía todo ese tiempo para decidir qué haría ella.

La chica suspiró, tenía miedo de hacer algo mal, pero tenía que poner todo su esfuerzo.

Anna pronto llegó a un pequeño claro, con una fogata que había sido apagada no hace mucho, la chica sonrió ligeramente, una señal de los niños perdidos...

-¿Estás perdida, querida?

Anna se dio la vuelta con los ojos abiertos de par en par, ésa definitivamente no era la voz de un niño perdido; a sus espaldas se hallaba un hombre, tenía el cabello por los hombros, de color marrón, e iba vestido con una chaqueta oscura con grandes hombreras, tres líneas negras marcaban su rostro sobre su ojo izquierdo; tras él se encontraba Regina observando a Anna con recelo.

-¡Regina! - exclamó la chica al verla.

-¿Qué haces tú aquí? - preguntó la mujer entrecerrando los ojos.

-¿La conoces? ¿No huyó despavorida al verte? ¿O intentó inútilmente asesinarte? - preguntó el hombre extrañado y Regina lo miró con los ojos abiertos de par en par, indignada - No te ofendas querida, pero tienes muy mala fama.

-Está con Pan - respondió la mujer irritada - es una niña perdida.

El hombre se volteó hacia Anna asombrado, reaccionó igual que todo el mundo, y ya la chica estaba acostumbrada; él se acercó, observándola con detenimiento.

-Conque Pan ha decidido tener a una chica de su lado... Dime querida, ¿qué tienes de especial? Te ves como cualquier otra, bueno, algo sucia y mal oliente, pero igualmente ordinaria.

Anna levantó una ceja indignada ante el comentario. Regina gruñó y alzó una mano, humo morado envolvió a la chica de pies a cabeza, y cuando el humo desapareció vio a la mujer sonriendo orgullosa.

-Ahí, mucho mejor, ¿no crees Gold? Algo que definitivamente no tolero es el olor a pescado.

Anna frunció el ceño y se vio a sí misma. Su vestido estaba como nuevo, ya no tenía todos los adornos extraños y los rasguños que le habían hecho las sirenas. La chica se llevó las manos a su cabello, que últimamente iba recogido en una cola de caballo; ahora lo llevaba suelto, liso sobre sus hombros, sin corales o algas. Por último se llevó sus muñecas a su rostro, ya no olía a agua de mar y suciedad, más bien tenía un olor a vainilla. La chica suspiró al sentirse limpia después de tanto tiempo, pero luego sacudió la cabeza.

-Aunque no me quejo para nada por esto, no vine por un cambio de imagen Regina. Vine por mi corazón - dijo Anna con cautela.

Ella bufó.

-¿Acaso te dije que ya no tenías uso? Sigo necesitando tu corazón, para así poder comunicarme con mi hijo - la mujer la vio de reojo, algo irritada. Anna comenzó a temblar, ya sabía de antemano lo que la reina le iba a preguntar - ¿Por qué no estás con él, por cierto? Estás muy lejos del campamento para estar cazando así que no intentes usar esa excusa.

Niña PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora