Un Último Acto de Fe

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-¡Regina!

La mujer abrió los ojos y se puso de pie con la ayuda de Emma y Henry, su agarre seguía firme en el pequeño pergamino de la maldición. La Reina observó el objeto y luego a las personas a su alrededor.

-Regina - dijo Mary Margaret - ¿Estás bien? ¿Qué ocurrió cuando tomaste el pergamino?

La mujer tomó un profundo respiro.

-Vi lo que tenía que hacer para detener la maldición.

-Mamá, - Henry se acercó a ella - ¿Estarás bien?

Regina sonrió.

-Lo importante es que tú lo estarás.

Madre e hijo se encontraron en un fuerte abrazo cuando una voz interrumpió el momento.

-Yo no lo creo.

Regina dio un respingo, el pergamino ya no estaba en su mano; todos voltearon a la fuente de la voz. Pan caminaba hacia ellos, y su rostro mostraba claramente que estaba molesto.

Garfio abrió los ojos de par en par.

-¡Tiene la...!

-¿Maldición? - interrumpió Pan congelando a todos donde se encontraban, el chico alzó una ceja - Si que la tengo.

Anna corría como si el infierno le estuviera pisando los talones, su corazón latía con fuerza, sus pulmones no podían más con el esfuerzo físico, pero ella tenía que seguir corriendo, tenía que llegar a tiempo, tenía que salvar a todos.

La chica pronto llegó al cementerio, y se dirigió entre las lápidas hasta el mausoleo de Regina; abrió las puertas de una patada y empujó el ataúd con todas sus fuerzas hasta que hubo espacio suficiente para ella de pasar.

Casi rodó por las escaleras para llegar abajo, pero logró mantenerse de pie y se lanzó hacia los estantes de pócimas.

-Yo lo vi... yo lo vi... - seguía murmurándose entre dientes mientras miraba los nombres de cada botella en cada repisa.

Estuvo a punto de creer que lo había imaginado y darse por vencida cuando la vio; una pequeña botella que contenía un líquido trasparente.

La chica lo tomó sonriendo de oreja a oreja.

-Magia temporal...

Anna dejó caer una gota en la palma de su mano, que comenzó a brillar, y tomando un profundo respiro metió su mano en su pecho.


-Mírense, una audiencia cautiva - dijo Pan observando a la multitud paralizada - Podría jugar con ustedes como muñecos...

El chico volteó a ver a Baelfire y Bella y sonrió ladino.

-Creo que comenzaré con estos dos. Ambos se ven tan adorables, no sé a cuál matar primero... Tú - dijo señalando a Bae - Tú morirás primero.

-Aléjate de ellos.

Pan se dio la vuelta y soltó un bufido, Gold se encontraba justo tras él.

-No voy a dejar que toques a ninguno de ellos.

El chico ladeó la cabeza, sonriendo y alzó la ceja con ironía.

-Oh, me gustaría ver eso.

Gold también sonrió.

-Claro que te gustará. Verás, tengo un trabajo que terminar; y para eso hay que pagar un precio, y ahora estoy dispuesto a pagarlo.

El hombre se volteó hacia Baelfire, tristeza en sus ojos, su mandíbula temblaba con nervios. Pan volteó los ojos irritado.

-Usé la maldición para encontrarte Bae, para decirte que cometí un error, para enseñarte que tienes una oportunidad de ser feliz, pero no será conmigo.

Pan soltó un bufido, claramente aburrido con las palabras de su hijo; pero Gold no le hizo caso y se dirigió a Bella.

-Te amo Bella, me hiciste más fuerte.

Pan agradeció la oportunidad de por fin poder interrumpir la ridícula despedida de Rumple.

-¿Fuerte? Sí - dijo el chico - Pero, aún sin magia.

Finalmente Gold se volteó hacia Pan, quien lo miraba de manera burlona y expectante.

-Cierto, no tengo magia - dijo de manera serena - Pero, verás, no la necesito. Quizá hayas perdido tu sombra padre, pero no eres el único, yo también lo hice, y la mandé a esconder algo importante.

Pan se tensó al ver a Gold alzar el brazo esperando que su sombra dejara caer en su mano su daga.


Anna no se molestó en volver a colocar el ataúd en su lugar o en cerrar la puerta del mausoleo, tenía mucho camino que correr de vuelta a la tienda de Gold antes que fuera demasiado tarde.

Su corazón emanaba un brillo rojo con dorado en su mano, así como el de Henry. El corazón de un fiel creyente. Aún no podía creer que de verdad ella también fuera una fiel creyente, muchas veces había dudado de la magia; pero al parecer en su interior no pensaba lo mismo.

La chica seguía corriendo, pero cada vez le pesaba más la carga de su corazón. No quería pensar en las consecuencias, sólo pensaba en que evitaría que Pan muriera, y que así dejara a Storybrooke y sus habitantes en paz.

Cada paso que daba resonaba con fuerza en sus oídos, pero Anna aceleró el paso, sólo le faltaba cruzar en aquella esquina...


-¿Qué haces? - exclamó Pan tratando de liberarse del abrazo de Gold.

-Verás papá, la única manera de que mueras, es que yo también lo haga...

El chico no podía creer toda la fuerza que el viejo Rumple aún poseía, no podía librarse de su agarre. Pan comenzó a desesperarse cuando sintió al hombre alzar el brazo.

-¡No!

-Y ahora... estoy listo.


Anna podía verlos. Rumple abrazando a Pan, el chico le estaba dando la espalda. Ya casi estaba ahí, podía lograrlo.

A la chica se le cortó la respiración al ver el brillo de la daga resplandecer con el sol, pero no se detuvo, se obligó a correr más rápido; a pesar de que sus pulmones ardían y sus piernas amenazaban con dejar de funcionar.

Anna abrió los ojos de par en par al ver cómo Gold alzaba el brazo para clavar la daga en Pan.

-¡NO! - gritó por más que le doliera la garganta por ello.

El hombre vaciló un segundo, y eso fue suficiente para Anna. La chica tomó un último impulso y empujó su dorado corazón contra la espalda de Pan.

Rumple la miró impactado, paralizado donde estaba.

Anna soltó un último respiro y cayó al suelo.

Niña PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora