Parte 3. Mansión Malfoy

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El apartamento de los nuevos señores Malfoy era bastante amplio, ella no era gran fan de la ostentosidad, pero tras casi seis años de ser la señora Malfoy, había terminado acostumbrándose al gran derroche que su esposo hacía en cosas innecesarias.

—Me daré una ducha rápida, lo prometo –sonrío ella.

—Me leíste la mente ¿podemos tomarla juntos? –sonrío divertido.

—Lo amaría, pero tus padres nos citaron a las siete, y faltan cuarenta minutos, justo el tiempo necesario.

—Vaya ¿y si no vamos? ¿Y si comenzamos desde hoy nuestras vacaciones?

—Sí no llegamos a la mansión Malfoy en treinta minutos, no habrá vacaciones.

La chica camino de forma provocadora a la habitación, Draco negó encantado, seis años y no podía creer la suerte que había tenido de casarse con ella.

La ducha de él tuvo que ser con agua fría, el cuerpo de su mujer, su figura y sus caderas contoneándose de esa forma tan sensual para provocarlo, había hecho que la ducha fuese más que necesaria en ese momento.

Se unió a ella en la habitación, casi deseo que le tomará la palabra y decidiera no ir a la casa de sus padres, y se quedara con él, iniciando lo que pasaría al llegar a aquella playa, no saldrían de la habitación durante las dos semanas y si lo hacían, era solo por pocas horas.

Una vez más, bendijo a la suerte que le tocó para haberse casado con esa mujer, la vio colocarse un vestido ajustado, le sonrió cuando tuvo que subir su cierre, sus manos se pegaron a sus caderas y las deslizó por su figura logrando que ella se pegara a su cuerpo.

—No seas un niño travieso –comentó ella, divertida.

Lo sujetó de las manos cuando iba a soltarla y lo hizo recorrerle el cuerpo.

—Estás haciendo trampa –se quejó.

—Lo sé –se giró a besarlo por un corto segundo –vístete.

El chico la observó terminar de arreglarse mientras él se vestía, no era por nada, pero su esposa tenía un buen gusto, así que todo el tiempo Lucía hermosa, vistiera lo que vistiera y se hiciera lo que se hiciera.

Llegaron a la Mansión Malfoy a las ocho en punto, aunque para muchos eso era ser puntual, para Lucius y Narcissa Malfoy era una falta de respeto, y más porque había más invitados esa noche a la cena.

—Lamentamos la tardanza –se disculpó Draco.

—Ya imagino la razón –soltó enfadada la madre del rubio.

—No, madre, de ser eso, habríamos llegado a las Díez, o ni llegado –soltó divertido, pero guardó su semblante divertido ante la mirada de su padre.

La charla con los invitados fluyó mejor que entre los anfitriones, gracias al buen carácter de la pelirroja y porque la esposa del socio de Lucios, era fan de las columnas de Quidditch que la pelirroja escribía.

—Una Weasley casada con un Malfoy, la verdad me da mucha curiosidad –preguntó el hombre –es que... No comprendo cómo es que algo así terminó pasando.

—Algunas personas están destinadas a estar –comentó Ginny, sonriendo.

—Pues sí, pero algunos romances y matrimonios realmente suenan imposibles.

—Sí, un par de anécdotas nos vendría bien –sonrío la mujer –por favor ¿podrían decirnos algo?

—La verdad es que...

—Yo recuerdo todo, si quieres puedo contarles algunas.

La pelirroja entrecerró los ojos, era su vendetta por negarse a llegar tarde a esa cena, así que supuso que comenzaría por una vergonzosa.

Drinny-Con 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora