la vidente

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Paz, eso es lo que siento en este momento...

—okay, suficiente de hacer omm, tenemos que irnos— que poco duro.. salgo de la posición de yoga y enfoco mi mirada en mi amiga que está apoyada en el marco de la puerta con muchas bolsas.

—te has cortado el pelo— la acuso mirando su ahora corta melena castaña que le llega a los hombros —te queda genial.

—si creí que ya era hora de un cambio.

—¿para que son las bolsas?.

—hace dos semanas que lo único que haces es yoga, estudiar e ir a la escuela, hoy nos toca divertirnos— dice sacando ropa de varias bolsas, la realidad es que la mitad de la ropa es mía, solo la trajo de su casa.

—sabes la razón, decidimos evitarlos y eso hago.

—sisi pero ya fue suficiente, no podemos vivir en las sombras por eso iremos a la feria— dijo sonriendo.

—bien, igual dudo que nos los crucemos allí— mientras ella ponía música yo me dirigí a la ducha y para ahorrar tiempo dejé que ella escogiera mi ropa.

—¿bueno por cual empezamos?— pregunto Am mientras tomaba mi brazo y lo entrelazaba con el suyo.

—barco pirata— ella abrió mucho los ojos y comenzó a negar con la cabeza.

—lo odio, jamás me volveré a subir, esa cosa está hecha por el demonio— solté una carcajada, siempre decía lo mismo sobre ese juego.

—oh mira— apunte con mi dedo al señor que tenía un largo palo en el que se distinguían unas bolsas rosas, ambas nos miramos y automáticamente comenzamos a gritar.

—¡ALGODÓN DE AZUCAR!— dijimos a coro diriendonos a comprarlo, la gente nos miraba pero poco nos importaba, ahora solo pensábamos en la deliciosa nube rosa de azúcar.

Dos algodones después ambas teníamos las manos pegajosas y seguramente un par de caries, pero valió la pena.

Subimos a las sillas voladoras, el péndulo, un desorbitado y antes de subir a la montaña rusa vi un pequeño puesto de una vidente, siempre me gustaron esas cosas.

—ahora vuelvo, quiero que me lean las cartas— Am asintió y se dirigió a un puesto de tiro al blanco.

Asome la cabeza por la carpa y comence a recorrer el lugar, estaba decorado con tonos violetas y había todo tipo de cosas, esferas, cartas, frascos, etc.

Me dirigí a la mesa y en ese momento una señora de unos 50 salió detrás de una cortina, tenía una pollera y el pelo naranja recogido en un moño.

—que tenemos aquí— dijo analizándome, hasta me agarró un mechón de mi pelo y lo acaricio.

—yo venia para que me leyera las cartas— dije apartando su mano, ella solo asintió y se sentó del otro lado de la mesa.

—¿quieres hacer una pregunta?.

—em, creo que lo dejaré a la suerte— ella asintió y desplegó el maso del tarot, lo volvió a mezclar y me lo tendió para que corte.

Hice un corte nada parejo y ella volvió a unir el maso dando vuelta tres cartas.

—veamos...— miro las cartas y su ceño se frunció.

—¿que ve?.

—esta— dijo señalando el uno de espada —significa que te destacas por algo, algo inexplicable.

—¿como que algo inexplicable?.

—no puedo responder esa pregunta porque no sé la respuesta— rodo los ojos como si fuera obvio.

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