Capítulo 2

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Al salir de Gringotts, de lo primero que se dio cuenta Harry era de que el sol estaba mucho más alto que cuando entró al banco. Preguntándose que hora sería, buscó un reloj. Cuando lo encontró, vio que había pasado cuatro horas dentro del banco.

Decidió que lo mejor sería ir a comer en ese momento, y que luego recorrería el Callejón Diagon.

Así que se dirigió de vuelta al Caldero Chorreante. Allí, pidió algo para comer, y tres cuartos de hora más tarde salió con el estómago considerablemente más lleno.

Después de comer dio una vuelta por el Callejón Diagon. Aprovecho para mirar la tienda de artículos de quidditch, entre otras cosas.

Derrepente, se acordó que Neville le había mandado un regalo, pero que él a Neville no. No sabía exactamente cuando era su cumpleaños, pero sabía que era en fechas cercanas al suyo.

Así que se puso a pensar que podría gustarle a Neville. Se le ocurrió comprarle una funda de varita, pues se había dado cuenta de lo práctica que era, y eso que solo la llevaba utilizando desde la mitad de la mañana. Pensó donde podía comprarla, y rápidamente fue a Ollivander's. Si en algún sitio del Callejón Diagon había una tienda donde venderían artículos para una varita, sin duda sería en la mejor tienda de varitas de toda Inglaterra.

Al entrar en la pequeña tienda, se encontró con el señor Ollivander tras el mostrador. Era un señor mayor, con la piel un poco arrugada, el pelo canoso y unos ojos que desprendían sabiduría.

- ¿En qué puedo ayudarle, joven Potter?

Harry no se molestó en corregirlo. No quería que nadie se enterada de su posición. Era más seguro para él que nadie lo supiera, porque quien le había aplicado la supresión mágica era alguien cercano. Si no podía confiar en la gente cercana ¿Cómo iba a confiar en gente que apenas había visto un par de veces en su vida? Además, no sabía que título podía poseer el señor Ollivander, por lo que no sería inteligente intentar hacerse notar.

- Buenos días señor Ollivander, quería una funda de varita ¿Podría ver cuales posee?

- Por supuesto - respondió mientras se agachaba para empezar a sacar diferentes fundas - Supongo que es para su varita, así que si me recuerda cuanto mide, se lo agradecería.

Harry no había pensado en ese detalle. No tenía ni idea de cuanto podía medir la varita de Neville.

- No es para mí, es para un amigo. No sé cuanto mide ¿No hay alguna funda que se ajuste a cualquier varita?

- Alguna hay, pero debes saber que son más caras.

- No me importa ¿Puedes mostrármelas?

- De acuerdo.

Apartó unas cuantas fundas, y guardó las demás. Harry miro atentamente las fundas, hasta que vio una que le llamó la atención. Era del mismo color del sello que traía puesto la carta que le había mandado Neville, de un azul turquesa, pero tenía algunos puntos negros y plateados alrededor de toda la funda. Se la señaló al señor Ollivander.

- Gran elección. Es una funda muy resistente. Serán un galeón y tres sickles.

A Harry le pareció que para una simple funda era bastante caro, pero como a él en concreto no le supondría nada, la compró.

- Hasta pronto - se despidió del señor Ollivander.

Luego, mientras paseaba por el Callejón Diagon, pensó que más podía regalarle a Neville, pues sabía que el equipo de mantenimiento de la escoba le había costado mucho más.

Se puso a pensar que le gustaba a Neville, y rápidamente pensó en la herbología. Así que se dirigió a la floristería más cercana.

Allí, tras mirar durante unos minutos las diferentes plantas y semillas que había, compró unas semillas de silvonarum, una planta que cuando llegaba a la edad adulta, sus flores capturaban los rayos de luz de la Luna y luego los emitía durante el día, pareciendo que era de plata.

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