– ¡Carmen! Al fin te encuentro.
–Aléjate de mí.
–Por favor, déjame disculparme.
–No hay por qué disculparse.
–Sí, no puedo aguantar más, ya ha pasado una semana.
– ¿Ah sí? Vaya, que poco aguantas.
–No te comportes como una niña pequeña y empieza a comportarte como una adulta.
–Aplícate el cuento.
Di media vuelta y salí de mi portal alejándome de él. Pero después de un rato en el que noté que no me seguía, sentí la necesidad de girar la cabeza para ver si me seguía o no. ¿Cómo me iba a seguir? Tampoco era alguien tan importante ni necesaria en su vida. Me mordí el labio inferior, para acabar humedeciendo mi labio superior e inferior. Apreté los puños dentro de los bolsillos de mi chaqueta y cogí aire. ¿Qué más daba girarse? Seguro que ya no estaba.
Igualmente lo hice. Frené mis pasos rápidos y rítmicos. Asomé el rostro por encima del hombro y me sorprendí al ver que estaba allí parado aún en el portal mirando al suelo. Parecía estar maldiciendo, despeinándose el pelo y colocándose de nuevo la gorra. Vaya pelos llevaba. Me reí por lo bajo mirándole. Pero me pilló, alzó la vista, dispuesto a irse creyendo que ya no estaba y nos quedamos mirando.
–Somos unos estúpidos.
Lo dije más para mí misma, pero él pareció también decirse a sí mismo. No sabíamos hacer las cosas a lo película, ni a lo novela. Nosotros simplemente éramos gilipollas. Me encaré y empecé a dar golpecitos con el pie en el suelo. Al darse cuenta que parecía esperarlo, alzó una ceja, metiendo a continuación las manos dentro de los bolsillos de su pantalón. ¿Qué hacía? Le lancé una mirada acusadora, a lo que él alzó las cejas, como preguntándome que pasaba. Miré hacia el suelo y después a él, así durante dos veces más. Él a cambio se hizo el loco, encogiéndose de hombros con cara de no comprender. Apreté los dientes en respuesta ¿tenía encima que arrastrarme yo? Pero si el gilipollas era él.
No pensaba ir. Sí, soy una cabezona y sabía de sobra que Rubén no es de esos de decir “no”. Saqué la mano izquierda del bolsillo de la chaqueta y estiré el brazo hacia él, señalándolo. Luego señalé firmemente a mi lado. ¡Tenía que venir él! ¡Él era el equivocado! Dudó, estaba dudando en que hacer. En verdad me sentía mal aprovecharme de su miedo, en tema de ceder siempre por temor a perder algo. Pero entonces él negó con la cabeza, retador. Alcé las dos cejas ¿me estaba hablando en serio?
–Rubén.
Pero nada, ni aun que le llamara. Miré a mi alrededor cabreada, me coloqué mechones del flequillo hacia atrás. Empecé a caminar con paso seguro y casi a zancadas en su dirección. Él a cambió sonrió ¿se creía que había ganado o algo? Cuando parecía que iba hacia él, pasé de largo para meterme en mi portal y querer abrir la puerta.
– ¡Oh! ¡Venga ya!
De dos zancadas ya estaba detrás de mí y me cogía las manos, parando mis intenciones de abrir la puerta. Entonces hice lo único que podía hacer y que una persona coherente no haría: gritar.
– ¡Aargh! ¡Cállate! –gruñó alarmado.
Me tapó la boca con una de sus manos y me apretó contra su cuerpo contra la puerta. ¡Me estaba estampando! Y realmente parecía que me estaba raptando o algo.
Al final, como es normal, nos llamaron la atención. Los dos por igual pedimos disculpas. Él explicaba que no era lo que parecía, yo al principio me resistí a admitir que realmente no pasaba nada y empecé a mentir. A cambio de actuar un ratito de manera inocente, me llevé un pellizco por su parte. Pero finalmente acepté que no pasaba nada, que le conocía y que sentía mucho el escándalo. Para cundo al fin se fue aquel hombre metomentodo, nos miramos el uno al otro y nos empezamos a reír.

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Serendipia (Fanfic elrubius)
FanfictieUna serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. También puede referirse a la habilidad de un sujeto para reconocer que ha hecho un descubrimiento importante aunque...