Era más de medianoche, caminaba de regreso a casa acompañado de mi madre, una lechuza nos sobrevoló soltando graznidos, mi madre se persignó y bajo la mirada
—Es solo un animal— dije con tono escéptico—¡No la mires!— contestó ella sin levantar la cabeza
—Está en el árbol— sin reparar lo que hablaba levante la mirada y la vi, la mujer enfundada en prendas blancas escondida entre las copas de los árboles, llevaba el cabello tan largo y negro que se mecía a merced del viento, comenzó a graznar y salió volando
—¡Baja la cabeza!— ordenó mi madre —Tiene hambre