Capitulo 3. "Había" un campamento Noxiano

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La noche había caido.

La penumbra lo engullía todo, salvo las antorchas que la espantaban y evitaban que se cirniera sobre el pequeño campamento Noxiano asentado en el centro de una de las multiples extensiones arbóreas de Navori.

Las ojas de los arboles eran suavemente mecidas por el viento, era frio.

La hoguera también estaba encendida.

No habían cazado nada.

-Desde que llegamos aquí no hacemos más que comer esta mierda de hierbas jonias- se quejó un soldado enrrabietado.

-No podemos cazar nada, los animales se esconden nada más notar nuestra presencia... ¿Que quieres que te diga? Ya sabes como es todo aquí, hasta el bosque percibe que somos unos invasores. Los arboles nos susurran nuestra muerte los animales huyen de nuestra presencia... los vastaya estan enfadados, tenemos que hacer las guardias bastante recargadas porqué si no, la naturaleza nos devolvera todo lo que le estemos haciendo- Así exponía la situación la capitana del escuadrón.

-Yo tambien lo he notado, he visto más de una vez las raices de los arboles más geandes meterse dentro de la tierra antes de que pasaramos cerca de ellos- agregó un joven soldado.

-Son tierras mágicas, maravillosas... pero igualmente peligrosas.
En Noxus estamos acostumbrados a dominar los territorios. En Jonia son los territorios los que dominan a las personas- añadió la capitana -Por eso los Noxianos siempre hemos sido los mejores guerreros... nos adaptamos a cualquier zona, sometiendola bajo nuestro puño de hierro.

-Estos sitios me dan escalofrios por la noche, con la cantidad de demonios sueltos... he leido algunas biografías y enciclopedias jonias antes de venir a la campaña... se me eriza la piel solo de pensar que nos podamos cruzar con un Azakana- Añadio un joven soldado de complexión rolliza.

-Tranquilo... si vienen, los aniquilaré- dijo la capitana sacando de debajo de la capa que llevaba, su brazo... un brazo. De hierro. Un brazo postizo de origenes piltovianos alimentado con un nucleo Hextrech.

El miembro mecanico dejó escapar un leve resplandor azul claro (tipico de los cristales empleados para alimentar los inovadores inventos de los cientificos más eficientes de todo Runaterra).

Exportados a cualquier zona del planeta por la alta aristocracia y la sociedades compuestas por los burgueses más adinerados. Comerciantes con muy buen ojo.

-¿Crees que una chatarra piltoviana tiene algo que hacer contra un centinela de los arboles guardianes?- habló una mujer tras ella.

Alta, musculosa, con una ligera armadura blindada y armada con un lucero del alba.

-Esta maravilla puede hacer explotar hasta las superficies más duras, se ha probado sobre los caparazones de los mismos Xer'Sai, desintegrandolos en el acto- argumentó.

-Mientras no haya podido ni herir a la reina no servira de nada contra las amenazas naturales que acechan esta tierras... en Shurima, aparte de esas cosas, lo unico peligroso que hay son los nativos del desierto...- la capitana fue interrumpida por otro soldado que estaba frente a la fogata.

-Si esas fueran las unicas amenazas, Shurima ya sería territorio noxiano.

Era cierto.

Había algo.

En las arenas.

Algo que se movía.

Más bien, algo que las hacía moverse.

Piezas, protectores dorados que emergían del desierto, todos iguales, como no muertos, como antiguas armaduras resucitadas para servir a la misma causa.

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