[EPISODIO 1]

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Las nevadas de ese año eran más fuertes que el anterior haciendo que la gente vistiera gabardinas, suéteres, bufandas, guantes, entre otras prendas que te brinden calor, pero sentía como nada me calentaba.

Mi piel se erizaba con el toque frio, las puntas de mis dedos congeladas y pareciera que mi sangre dejo de fluir por mi cuerpo.

"Positivo"

Sentía como el aire se me iba de los pulmones y desesperadamente buscaba más entre cada sollozo o gimoteo.

Aun con miedo recorriendo por su cuerpo, boté con desespero la prueba de embarazo al bote de basura ocultándola con más papel y alejándome de la "escena del crimen." Con debilidad me paré junto al lavabo para limpiarme los restos del vomito que solo me hacían sospechar.

Las lágrimas gruesas no dejaban de caer por mis mejillas haciendo un camino que terminaba en mi barbilla para caer y perderse en el espacio.

Me dirigí hacia mi cuarto, pero los pasos se sentían cada vez más pesados y sentía como mi cuerpo se iba a caer de un momento a otro; con trabajo y llegué para únicamente tomar mi celular y marcar ese número de memoria.

"El número que usted marco no está disponible..."

-Maldita sea-. Corté. -Justo es este momento.

La impotencia me gobernaba poco a poco haciéndome sentir inútil. Inútil para todo.

Despacio, me deslice hacia el piso quedando con mi espalda recargada en la cama con las manos colgándome de mis rodillas. Mi cabeza poco a poco se iba ocultando entre mis rodillas, como un avestruz en su hoyo, las lágrimas empañaron mi vista y mi garganta se cerró ante el conocido nudo en la garganta.

Minutos pasaron y seguía en aquella posición incómoda, quizás paso una hora y no me di cuenta.

Con más tranquilidad volví al baño para remojar mi cara roja del llanto, sentir como el agua fría golpea tu cara caliente es una sensación que me da algo de alivio, como si me dijera: Ya paso...tranquilízate...

Pero la tranquilidad no duro mucho cuando la realidad se hacía presente una y otra vez.

Me miré al espejo y solo pude ver manchas, no podía verme a mí mismo, como mis ojos estaban hinchados y mi labio temblando, como mi nariz estaba irritada y los mocos no me dejaban en paz. Una imagen realmente asquerosa.

Una vez más...

Un pitido, 2...3..." El número que usted marco no está disponi-". De nuevo corté la llamada.

No me queda opción. Mientras no esté él, no hay nada de malo.

Con solo un abrigo encima y mis zapatos de correr me dirigí a las calles aglomeradas de Tokio, ver como personas de todas las edades iban y venían, unos casados, otros solos o acompañados, niños y viejitos, dando vueltas o simplemente para pararse por un café.

-Suertudos-. Susurré.

Entre más avanzaba más fría la noche se volvía, entre más avanzaba más cerca estaba.

Entre callejón y callejón la puerta se asomaba y daba a la vista a un edificio completamente abandonado a las afueras de la cuidad colorida y ruidosa, donde nadie se atrevía a poner un pie ahí, a donde surgen las "leyendas".

Piso por piso, pasillo por pasillo, puerta por puerta, hasta por fin dar con la mía.

Al entrar se podía ver varias máquinas, entre ellas equipo de tecnología, computadoras y papeles esparcidos por doquier.

-Hinata-san...llega justo a tiempo, lo requieren en la sala ahora mismo-. Dijo aquella chica rubia con las indicaciones anotadas.

-Muchas gracias, Yachi-chan-. Esta vez sin mirarla, sin darle una sonrisa, me dirigí hacia el salón.

[]

Al entrar, miles de papeles esparcidos sobre la mesa y las computadoras trabajando el doble que otros días. Simplemente me dedique a mirar a cada uno de ellos, como unos no despegaban la mirada de la computadora y como otros miraban los papeles con el entrecejo fruncido.

- ¡Shoyo! Por fin llegas, te estabas tardando y eso que a Daichi-san le molesta que lleguen tarde- dijo aquel individúo de casi misma estatura con su característico mechón rubio.

-Disculpe Noya-san, había mucho tráfico esta noche.

-Ya no importa, ayúdame que ahora si estamos en problemas

Mas grandes que los míos, no me sorprendería. Ya nada me sorprendería el día de hoy.

Nos dirigimos junto al equipo casi completo en aquella mesa, donde la noticia que me dieron solo hizo empeorar más mi día.

-Hinata necesitamos que seas la carnada en esta ocasión.

Siempre era la maldita carnada.



(Prepárense que ya tengo 10 capítulos y se vienen los demás.)

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