1 Editado

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Tony acariciaba su vientre; igual que los anteriores partos, estaba aterrado por el dolor que pasaría por su cuerpo, sin embargo estaba feliz, su nueva bebé valía la pena, valía cualquier dolor para poder tenerla.

María estaba acurrucada a su lado, la niña sonreía, con su pequeña y adorable mano tocaba el vientre de su padre, estaba más que entusiasmada por conocer a su hermanita, le había dibujado cientos de corazones, le había apartado miles de peluches de felpa que eran suyos, sus favoritos, pero que ahora pasarían a un ser que tanto anhelaba conocer, era su sueño, una hermana era su sueño más profundo, no había nada más importante para una niña de cinco años que tener una compañera de juegos, de travesuras y de vida.

-Papá, ¿cuando ella salga de ti, romperá tu pansita? -Preguntó la niña con inocencia.

Tony acarició a sus rizos de oro; como él la llamaba.

-Bueno no, los bebés... -Estaba más que atrapado, se sentía incómodo al hablar de ello con su princesa, no quería explicarle aquello todavía a una nena de cinco años. -Ya un día entenderás.

《Pero definitivamente para engendrarla, tu pops me rompió》Pensó Tony, un poco molestó.

Steve nunca controlaba su alfa interno, deseoso de más hijos, ¿es que acaso no le eran suficientes? No importaba, de todas formas igual iba amar cualquier hijo no planeado, de la misma manera que los otros tres.

-Preciosa preciosa, serás preciosa como yo. -Exclamó repetidas veces María, pegando la mejilla contra el vientre, los omegas en espera atraían a los alfas cachorros porque desprendían un aroma feliz y protector, en busca de cariño por el nuevo miembro.

Maria no había querido despegarse de su padre, desde que entró al último trimestre, había sido una adorable alfa que se dedicaba atender a su padre.

Generalmente las castas se desenvuelven cuando los niños cumplen seis años, pero Maria no era cualquiera alfa ordinaria, ella era hija de Tony Stark y Steve Rogers, su sistema, sus genes no eran normales, y Peter y Harley no eran la excepción.

-¿No es un maravilloso día? -Exclamó Harley risueño cuando entró a la estancia. El joven de diez años estaba más que sonriente y sus ojos azules brillaban en auténtica felicidad.

-¿Qué hiciste ahora Harley? Si te metiste al laboratorio, juro que te voy amarrar ahí pero al techo.

-¿Si te molesta que entre al laboratorio por qué me vas amarrar ahí?

Tony lo miró con seriedad.

-Para que pases el tiempo ahí, ya que tanto te gusta.

-Cómo sea, estoy feliz porque pronto te sacarán a la bebé, ya no vas estar hormonal y vamos a poder dormir en paz.

Harley se alegró, ya que él si fue atraído por la bebé pero tenía su limite y su padre no lo dejaba respirar, buscando mimos, quejándose de la gordura, hablándole mal de su padre, la culpa que tenía este por lo que le hacía sufrir.

-Me estás hiriendo Harley -Tony se quejó.

-Tú me hieres casi todos los días y nadie te dice nada.

-¿Nadie? ¿Acaso crees que no sufro con la pena de tener a tu padre todo el tiempo ahí queriendo corregirme?

María se río, Harley rodó los ojos y Tony bufó.

Se oyeron unas pisadas fuertes en el piso de arriba y Tony sabía perfectamente lo qué pasaba.

-¡¿Por qué carajos siguen jodiendo?! ¡Mocosos insolentes o se callan o subo!

-¿Subir? Si es que puedes -Harley se fue corriendo antes de que su padre lo enviara al demonio.

-Me las pagarán cuando acabe el embarazo. -Juró Tony viendo a las escaleras.

La Muerte De Mi BebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora