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Steve se echó una carcajada cuando finalmente vieron luces, y cientos de personas caminando cerca de un muelle, todo brillaba por las luces y los sonidos de los barcos eran ahora música para sus oídos.

Morgan se hundió en sus brazos, estaba aterrada, le daba miedo todo aquello.

-Tranquila, tranquila mi niña, todo está bien, estoy contigo.

Diana aunque no lo dijera, extrañaba la ciudad, el mundo. Había vivido tanto tiempo en el que se convirtió en su segundo hogar. Y estaba anonada como la primera vez que lo conoció y esa misma expresión tenía Morgan.

La niña estaba tapando sus ojos, las fuertes iluminaciones le molestaban, Steve para no lastimar su rostro la cubrió y la abrazo fuerte, la nena estaba temblando, todo era nuevo para ella.

Después de tocar tierra, no literalmente. Ambos esposo se abrazaron y besaron a la niña que seguía con la manta en la cara.

Steve buscó a sus amigos, aquellos en los que confiaba. Ambos le dieron refugió a la familia, prometiendo arreglar un viaje por mar, para llevar a la familia hasta el único que podía ayudarles a establecerse. Bruce Wayne.

Después de acostar a la niña, en la cama, ella les solicitó a sus padres que se quedarán con ella, tenía miedo, miedo por las personas extrañas que vio.

-No pasa nada, no pasa nada. Son personas como tú y yo -Diana acarició la mejilla de la niña.

-Pero no se visten como la abuela, como tú y las tías.

-Eso es porque aquí se usa ropa más... -Steve no sabía como explicarle a su hija de casi cinco años lo que pasaba, debió hacer eso del viaje hace tiempo.

-Aquí es diferente cariño, y yo ahora uso ropa de las que viste por la ventana, y tú igual, duérmete me quedaré contigo hasta al amanecer, tenemos que despertar temprano.

Ambos besaron la naricita de la niña y se acostaron en medio de ella. Diana enseguida reparó el sueño, y Steve se quedó despierto, algo en su interior le decía que debía abrazar a Morgan, abrazarla  fuerte, y tenía miedo, ¿acaso era una mala idea? No, algo también le decía que esto era lo mejor.

A la mañana siguiente los tres partieron en barco. Morgan iba en los brazos de Steve señalando todo lo que veía y los animales que salían a lucir su belleza, los delfines, los jodidos delfines la dejaron encantada.

-¡Papá quiero uno! -Exclamó la niña deseosa de tocar esas maravillas.

-No puedo darte uno, no son míos Morgan, son para admirar, mira, ellos pertenecen a la naturaleza el mar es su casa, ¿sabes como permitir que ellos tengan siempre un hogar? -Morgan negó -Bueno te lo diré, no arrojando ningún tipo de basura o desperdició.

-Oh, ¿qué tipo de basura, qué es basura y desperdició? -Iban bien. Steve se siente feliz de que a su hija le interese lo que le cuenta y le fascina  inciar  enseñarle algo.

Le dio un beso adorable en la mejilla y comenzaron a charlar de los desperdicios.

Y ahí estaban, en la Mansión Wayne, después de dos días de viaje.

Alfred, estaba casi pálido de ver a Diana y Steve. Ese día se levantó con intención de complacer a sus nietos, a los seis. Pero ahora solo quería una silla para sentarse, jamás imagino volver a ver a la señora Prince.

-Alfred, mirate, los años no pasan en ti -expresó Diana y abrazó  al anciano, llenandolo de cariño con su aroma.

-Se-señorita Prince. -Pudo formular nervioso.

-La misma, oh se que es muy confuso y la última vez, desapareci, pero estoy bien, mi familia lo está, los extrañe.

Alfred miró por encima del hombro a un hombre de ojos azules, vestido de civil, que cargaba una niña con chaqueta rosa y pantalones grises, un poco asustada pero curiosa, con una carita angelical y una presencia inocente.

La Muerte De Mi BebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora