Capítulo 2

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El Error y el Castigo de Tía Marge

Narra Harry

Cuando bajé a desayunar a la mañana siguiente me encontré con Lily al pie de la escalera con el cabello mojado bebiendo agua de una botella.

Debió de levantarse temprano para poner en práctica lo que decía el libro que nos dio Alex en la madrugada, nos saludamos y fuimos a desayunar, nos encontramos a los tres Dursley ya sentados a la mesa de la cocina.

Veían la televisión en un aparato nuevo, un regalo que le habían hecho a Dudley al volver a casa después de terminar el curso, porque se había quejado a gritos del largo camino que tenía que recorrer desde el frigorífico a la tele de la salita.

Era tanto el ejercicio que llegaba tan agotado, nótese el sarcasmo

Dudley se había pasado la mayor parte del verano en la cocina, con los ojos de cerdito fijos en la pantalla y sus cinco papadas temblando mientras engullía sin parar.

Me senté entre Dudley y tío Vernon, un hombre corpulento, robusto, que tenía el cuello corto y un enorme bigote y Lily se sentó a mi lado.

Lejos de desearnos un feliz cumpleaños, ninguno de los Dursley dio muestra alguna de haberse percatado de que nosotros acabábamos de entrar en la cocina, pero estábamos demasiado acostumbrados para ofendernos.

Nos servimos una tostada y miré al presentador de televisión, que informaba sobre un recluso fugado.

"Tenemos que advertir a los telespectadores de que Black va armado y es muy peligroso. Se ha puesto a disposición del público un teléfono con línea directa para que cualquiera que lo vea pueda denunciarlo".

-No hace falta que nos digan que no es un buen tipo -resopló tío Vernon echando un vistazo al fugitivo por encima del periódico-. ¡Fíjense qué pinta, vago asqueroso! ¡Fíjense qué pelo!

Me lanzó una mirada de asco y yo solo seguía comiendo mi tostada, mi pelo desordenado había sido motivo de muchos enfados de tío Vernon.

Sin embargo, comparado con el hombre de la televisión, cuya cara demacrada aparecía circundada por una revuelta cabellera que le llegaba hasta los codos, yo parecía muy bien arreglado.

Volvió a aparecer el presentador.

"El ministro de Agricultura y Pesca anunciará hoy..."

-¡Un momento! -ladró tío Vernon, mirando furioso al presentador-. ¡No nos has dicho de dónde se ha escapado ese enfermo! ¿Qué podemos hacer? ¡Ese lunático podría estar acercándose ahora mismo por la calle!-

Tía Petunia, que era huesuda y tenía cara de caballo, se dio la vuelta y escudriñó atentamente por la ventana de la cocina.

Lily y yo sabíamos que a tía Petunia le habría encantado llamar a aquel teléfono directo.

Era la mujer más entrometida del mundo, y pasaba la mayor parte del tiempo espiando a sus vecinos, que eran aburridísimos y muy respetuosos con las normas.

-¡Cuándo aprenderán -dijo tío Vernon, golpeando la mesa con su puño grande y amoratado- que la horca es la única manera de tratar a esa gente!

-Muy cierto -dijo tía Petunia, que seguía espiando las judías verdes del vecino.

Tío Vernon apuró la taza de té, miró el reloj y añadió.

-Tengo que marcharme. El tren de Marge llega a las diez.

Lily casi se ahoga con el té, y yo cuya cabeza seguía en la habitación con el equipo de mantenimiento de escobas voladoras, volví de golpe a la realidad.

Mellizos Potter, La Verdad Del Prisionero De AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora