Capitulo I "La vida de una maid"

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Londres, Inglaterra 17 de  abril de 1865.

El sol aún no tiene intenciones de salir, pues, a las 4:00am hasta aquella estrella tiene ganas de estar durmiendo, mas existen ciertas personas que no tienen la satisfactoria opción de quedarse en sus cómodas y calentitas camas y al decir  “Ciertas personas” me estoy refiriendo específicamente a la servidumbre, en otras palabras, criados, mayordomos y sirvientas.

La luna que hermosa y coqueta brilla aún entre sus hijos los luceros, muy amablemente le brinda su luz a una hermosa chica rubia, su largo y sedoso cabello brilla y cae con hermosos bucles dorados cual cascada de oro derretido, la blanquecina luz lunar palidece aun más su piel de porcelana, sus hermosos ojos zafiro miran por la pequeña ventana de la habitación compartida, calculando la hora sigue vistiéndose.

Miró a algunas de sus compañeras que aún dormían.

¡Que flojas! -pensó la joven con diversión- por eso siempre se les hacia tarde, tenían suerte que sus patrones eran buenos y no solían regañarlas mucho, pero igual la rubia pensaba que no era razón para abusar de la generosidad de la familia Promise.

Terminó de acomodarse su vestido negro y su delantal blanco, su pequeño gorro negro y sus zapatos, luego miró a su morena compañera de trabajo, esta rió y ambas salieron de la habitación de sirvientas, sus demás compañeras tardarían algunos minutos más, pero no ellas, pues eran de las mas trabajadoras.

—Bien...yo limpiare la cocina para empezar con el elaborado desayuno de los patrones -dijo la chica- y tu ¿podrías ir y traer agua para la comida y el lavado de ropa?

—¡Claro!  -dijo sonriente-

—Gracias, Anna -dijo la morena antes de irse a la cocina-

Anna sonrió y se dirigió al gran ático de la casa para sacar unas cubetas para el agua, el día de trabajo en la casa Promise empezaba temprano.

7:00am

La servidumbre andaba de allá para acá cumpliendo sus labores diarias, el señor de la casa acababa de despertar junto a su esposa, su hija despertaba siempre mas tarde, las sirvientas les sirvieron el desayuno y estos comenzaron a ingerirlo.

La casa ya estaba bastante limpia, pues la limpieza empezaba desde las 4:30am, mas aun quedaba patio por barrer, perros que pasear, plantas que regar, antigüedades que sacudir, después de todo era una casa inmensa, mejor dicho una mansión inmensa y no es para menos, pues allí vivía el conde Yuugo Promise, su esposa Diana y su hija Emma.

—Buenos días -hablando de rey de Roma “pensó Anna en risas”-

—Buenos días hija -sonrió Diana- ¿dormiste bien?

—Muy bien gracias -sonrió la oji-verde- Buenos días papá

—Buenos días Emma, tan ruidosa como siempre -dijo su padre en risas volteando los ojos-

—Ohhh que malo -dijo Emma mientras notaba como Anna le servía su desayuno- Buenos días Anna

—B-B-Buenos días señorita Emma -dijo esta con pena y bajando el rostro-

Emma soltó una estridente carcajada que solo logro llamar la atención de toda la servidumbre, mas luego de una mirada de Yuugo cada quien siguió en lo suyo, la muchacha se limpió unas lagrimitas mientras veía el avergonzado y sonrosado rostro de la pobre Anna, Diana también soltaba leves risitas.

—Anna ¿por qué tanta formalidad? -preguntó divertida- solo dime Emma

—¡No! ¡Como cree! -dijo exaltada- eso seria muy irrespetuoso de parte de una sirvienta como yo, usted es la señorita Emma Evangeline Promise, heredera del conde y la condesa Promise ¿como cree que podría yo hablarle tan familiarmente?

The Marchioness of the BroomsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora