Capítulo 17.- Mi pequeña.

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Cap. 17.- Mi pequeña.

Stephen.

Sostengo su mano mientras duerme profundamente, el ritmo de su respiración va al compás de su corazón, su pecho sube y desciende lentamente mientras descansa. Si es que se le puede llamar así que la mantengan sedada la mayor parte del tiempo.

La habitación no tiene nada de especial a pesar de que nuestra madre pidió la mejor para ella, es sencilla, con paredes blancas y una pequeña ventana, las cortinas de un color crema liso, una camilla grande con sabanas blancas, los monitores y maquinas a un costado de esta, un pequeño sofá blanco al lado de la ventana adorna el cuarto.

Una pantalla de tv y el baño, eso es todo.

Mi pequeña está postrada a esa cama tan dura y fría, su piel está más pálida de lo normal, sus manos son frías, carece de calor y color.

Odio verla así.

Apenas he podido hablar con ella, cada vez es más difícil, su angustia y el dolor son paralelos a los míos, ella es todo para mí, mi niña pequeña, mi vida entera.

Haría lo que fuese por verla sonreír una vez más, porque esto sea solo un mal sueño, pero no puedo. 

No puedo cambiar el mundo y a las personas a mi antojo como quisiera, para que sea todo color de rosa  para ella. 
Sé que estará bien, emocionalmente es fuerte, pero temo por su salud, ese "pequeño" accidente no fue nada sin importancia; todo lo contrario.

Estuvimos a punto de perderla.

Un estúpido incidente causado por dos pequeños idiotas, casi le arrebata la vida.

Apenas me llamaron vine inmediatamente al hospital, cuando supe todo lo que estaba pasando quise morirme.

No quiero ni pensar en ello. Saber que pude no verla más me desgarra por dentro, que ya no la vería llorar de alegría, no podría estrecharla tan fuerte en mis brazos, besar su cabello y hacerle mimos, consentirla como a una bebé. 

Mi corazón se estruja cada vez que pienso en el "y si..."  cada pensamiento me tortura con una nueva suposición, mi mente me juega malas pasadas con diferentes situaciones. 

Trato de alejar todo mal escenario de mi cabeza pero no es fácil. Ella es mi vida entera, la mayor parte de mi corazón. 

Me siento un completo inútil al estar aquí sentado viéndola tan frágil, tan pequeña y con una gran carga en su bello corazón. 

Ése maravilloso corazón que el hijo de perra rompió en mil pedazos. 
No la merecía, no supo lo afortunado que fue por tenerla, la cambio por una más fácil que ni la de la esquina.

Ese hijo de puta la usó y desechó como a un maldito kleenex. 

Nunca habrá nadie a quien considere lo suficiente bueno para ella, pero por una jodida razón llegue a creer que él era ése al que podría soportar solo por verla feliz, porque la quería y cuidaba de ella.
 
¿Cómo pude ser tan idiota?

¿Cómo no pude ver más allá de su mierda?

Se suponía que era lo suficientemente bueno para estar a su lado; me decepcionó.

Lo habría matado de haber podido, pero está claro porque no lo hice, Alinne nunca me lo perdonaría. Y no voy a perderla por un jodido tipo como ése. 

Ella me necesita y haré todo lo que me pida, él me importa una mierda. En lo que le resta de vida no quiero verlo nunca más cerca de nosotros. De mi cuenta corre que si se le acerca, no lo vuelve a hacer.

Pero ahora lo único que me importa es mi pequeña, que esté mejor. Las noticias no son demasiado alentadoras.

Es por eso que hemos mantenido al margen a los chicos. Naturalmente están inquietos y preocupados, quieren verla. Pero estando así no es bueno para ninguno de ellos. 

Mañana le dan el alta, mamá ya tiene planes para ella pero algo es seguro, los chicos estarán acá a primera hora. No me extraña, son inseparables.

No por nada son mejores amigos.

Sé que ellos le ayudarán mucho y serán un gran apoyo como siempre lo han sido. Cuidarán de ella, lo harían con su propia vida de ser necesario. Así son ellos, siempre apoyándose mutuamente sin importar nada. 

Todos son afortunados por tenerse entre sí.

Suspiro.

Vuelvo a pasear mi mirada por su rostro, acaricio su mejilla suavemente y acomodo su flequillo.

No merece esto. Nada de lo que le ha pasado es justo.

Como todo el mundo me encantaría estar en su lugar, pero como ya sabemos, no funciona así.

Nuestros padres están aterrados. No lo han dicho con palabras, pero puedo verlo en su mirada, no me quedo atrás, estoy igual o peor que ellos.

Siempre hemos sido unidos. A pesar de que trabajan muy duro nos han dedicado tanto tiempo como les es posible.

No nos quejamos, tuvimos una gran infancia. Pese a sacarle cuatro años a Ali, somos como la mitad del otro.

Me duele si sufre, soy feliz si ella lo es, respeto sus decisiones y la apoyo en todo, así como ella lo hace conmigo.     

No importa cuántas veces discutamos y peleemos, que intente golpearme y acerte en varias de ellas, cuanto nos mandemos al demonio cuando estamos furiosos, cuan tercos y obstinados seamos.

Nos amamos sobre todo y todos.

Salgo de mis pensamientos cuando la mano que sostengo entre la mía da un ligero apretón y dirijo mi mirada a ella una vez más. Ha despertado.

—Hola —saluda en un apenas audible susurro.

—Hola —devuelvo de la misma manera y añado una pequeña sonrisa.

Hace lo mismo y mi día parece iluminarse con el resplandor de ella.

Da un pequeño golpecito a un costado y entiendo lo que quiere, de inmediato subo y me acomodo a su lado. La cama es suficiente grande para ambos.

Paso mi brazo por debajo de su cabeza y otro alrededor de sus hombros, se pone cómoda entre mis brazos y suspira.  

No la molesto, no quiero inquietarla, ya habrá tiempo para hablar.

Beso su frente y la dejo descansar.


Stephen en multimedia. (Hermano de Alinne)

Tal vez... Tal vez noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora