[1] The Beginning of The End

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Año nuevo, vida nueva. O eso decían...

Sí... Es como se supone que funciona para casi todas las personas, en especial para aquellos portadores de éxito, riqueza y marcas bajo su firma.

¿Yo? Esos pensamientos me hacían suspirar pesadamente.

En el pasado... En el pasado pude haber admitido algunas realidades contenidas en esa frase. Hasta podía aceptar ser un gran ejemplo de ello, pero, ¿Actualmente? No podría llegar a hacerlo...

El pasado, define mi presente, y mi presente define mi futuro. Mi futuro es un pronóstico del tiempo. Pronóstico en el que anunciaron lluvias interminables, niveles elevados de granizo, tormentas eléctricas y tornados envolventes destructores de edificios.

¿Exagerar? Pft. Exageraría si creyera que exagero.

Las últimas semanas han sido complicadas. Tanto, que la palabra complicada, se complica. Luego de casi dos meses de aquella horrible reunión -que desearía poder eliminar de todos los registros (además de mis mismos pensamientos y recuerdos contundentes)- todo ha descendido velozmente, cayendo en picada hasta el fondo de mi vida. Cada día es más difícil que el anterior. Ha sido demasiado. Antes, el único momento en el que podía permanecer tranquila era durante mis horas de sueño. El problema, es que aquello que consideraba una virtud pasó a ser mi más grande perdición.

Mi capacidad para conciliar el sueño se ha convertido fácilmente en la tarea más ardua del día, razón concluyente que me ha causado adicción a las píldoras para dormir, que, si me permiten aclarar, no me ayudan a hacer nada pero empeorar mi estado tanto físico como mental.

Mi apariencia es algo de lo que tampoco quisiera hablar, pero para generalizar: Luzco. Del. Asco.

Mi cabello pierde vida rápidamente con el paso del tiempo. Las hebras de este se han vuelto débiles y muertas en vez de sedosas, llamativas y brillantes como solían serlo. Mi rostro, parece de muerto, simplemente. Las ojeras pronto no podrán ocultarse con nada, ni miles de kilos de maquillaje lograrán cubrirlas por completo. Mis labios están agrietados y resecos. Claro, y todo esto sin mencionar que las facciones en mi cara parecen las de un esqueleto. He perdido mucho peso.

La pérdida de peso se debe a más de un motivo, pero el principal recae en la desaparición de las ganas y necesidad de alimentarme. Ingiero alimentos 5, quizás 6 veces... A la semana. Y eso porque me veo en la obligación luego de las amenazas de Lisa y Kazuma con internarme en un centro de ayuda si no como al menos una vez al día. Yo me sigo negando, debido a que no siento que lo necesite. Además, de esa forma, moriría de hambre y mi sufrimiento cesaría por siempre.

No tengo mucho por lo que desee continuar mi vida. Solo puedo destacar a Lisa. De todas formas, tener esos pensamientos llamativos en los que ella interactúa en mi vida como una bomba de oxígeno, me hacen daño. Me recuerdan todas las promesas que rompí y aquellas que no cumplí. Me elevan hasta el cielo, dejándome degustar de la belleza de amar a alguien, y luego, casi al instante, me succiona hacia el piso, en donde merezco estar. Sola, lastimada, rota y desamparada. No merezco a nadie. Me he comportado horrible y lo mínimo que podría hacer por todos ellos es desaparecer de sus vidas para siempre. No les sirvo de nada. No les proporciono nada bueno. Soy casi como un virus, la diferencia es que yo sí deseo morir.

—¿Jennie? —escuché la voz de Lisa entrando al departamento. Yo estaba en mi cama recostada, con aproximadamente seis sábanas cubriéndome por completo. No quería hablar, entonces decidí hacerme la dormida—. ¿Jen? —Volvió a preguntar en voz baja ya en la habitación, haciéndose paso hasta la cama—. ¿Duermes? —preguntó tanteando la sábana buscándome—. ¿Duerme? —se preguntó a sí misma en el mismo tono de hace rato. Se mantuvo en silencio unos segundos y luego soltó un largo suspiro.

Apreté fuertemente los ojos. Me había descubierto.

—Kim Jennie —llamó con seriedad—. Sé que no estás dormida —admitió con un poco de timidez. Tener un humor estable se ha convertido en un reto imposible para mí, por lo que, a menudo solía gritarle o hablarle mal, cuando claramente no lo merecía—. Déjame verte, por favor... Siento que han pasado siglos desde que te vi por última vez.

Y no se equivocaba. La última vez que dejé la habitación fue hace una semana. Solo me levanto a usar el baño y no la permito acompañarme. Si me ve, estoy en la cama cubierta hasta la nariz con las sábanas, y cuando me trae comida, suele dejarla y se va.

Además, hace algunas semanas, ella decidió no venir a dormir más en mi cama. Me acompaña hasta que se cansa y se va a dormir al sillón. Sé que nunca se lo pedí pero me niego a verme envuelta plácidamente bajo las sábanas con ella a mi lado. Doy vergüenza.

Sonreí nostálgica.

—Sí —solté un pequeño hilo de voz. Ya no hablaba tanto, y como suelo llorar a menudo, mi garganta siempre se encuentra seca y rasposa—. Tomaré una ducha —dije con pesadez incorporándome. De reojo observé cómo sus ojos brillaban, sin embargo, me negaba a verla de frente, no aún.

—¿Te-te te ayudo a llegar? —cuestionó nerviosa. Negué con la cabeza sonriendo débilmente.

—¿Te molestaría acomodar un poco la cama? —ella imitó mi acción anterior—. Gracias... —acaricié mi brazo con ansiedad. No me había levantado en todo el día, y además llevaba casi dos sin comer—. Entonces, iré al ba... —intenté levantarme, fallando en el intento. Mis piernas flaquearon por completo, se sentían como dos bolsas débiles y gelatinosas. Desde el suelo luchaba contra mí misma para levantarme, consiguiendo agotarme antes de siquiera intentarlo, perdiendo de a poco el conocimiento y la visión.

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Abrí mis ojos lentamente, adaptándome a la luz tenue que emanaba del lugar. Mis fosas nasales percibían un ligero aroma a rosas y comencé a poner en duda mi realidad.

«¿Será este el cielo?» Me cuestioné.

Poco a poco fui despertando de mi pequeño trance, capturando la esencia de la vida real. Me encontraba desnuda, en la bañera. La ropa que llevaba se encontraba en el suelo, y sobre el pequeño banco de madera posado junto a la toalla había un conjunto de ropa limpia doblada, una camiseta holgada y un pantalón deportivo. Escuché como la puerta se abría ligeramente y me cubrí por acto reflejo.

Vi una cabeza asomarse, era Lisa.

«Claro tonta. ¿Quién más te desnudaría y te metería a la bañera estando inconsciente? Tonta Jennie.»

—¡Oh! —Se sorprendió al verme—. Has despertado —asentí sonriéndole. Ella me devolvió el gesto—. ¿Cómo te sientes? —preguntó sin ocultar su emoción. Llevaba días, semanas, hasta quizás meses sin sonreírle ampliamente—. Me atrevería a decir que mejor, ¿quizás? —su timidez de antes regresó, logrando que se encogiera de hombros.

—Sí —sonreí nuevamente—. Estoy mejor —asentí convencida—. Gracias... —fui sincera.

—No es nada, Nini —entró completamente, acercándome de inmediato la toalla, a lo que negué con la cabeza, haciendo que ella girara a un lado la suya, observándome con confusión.

—¿Podrías acercarte? —pedí por lo bajo. Ella hizo caso y se acercó—. Ven —pedí una vez más refiriéndome a que se agachara a mi lado. Cuando lo hizo, sin pensarlo, me arrojé sobre ella, Lisa me tomó fuertemente entre sus brazos para no dejarme caer. Sin importarle el hecho de que acababa de mojar gran parte del baño y toda su ropa.

—¡Jennie! —exclamó preocupada. Quizás pensó que me había ocurrido algo malo.

—No hace falta que grites, linda —susurré en su oído reforzando mi agarre sobre su cuello—. Estoy bien. Solo tenía ganas de abrazarte.

Cut.

STILL IN WAR ; JENLISA (MODEL'S WARS II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora