Amenazas

20 4 1
                                    


A medida que las dos amigas caminaban, la llanura se asemejaba más a lo que parecía ser un bosque.

El camino parecía claro, la trayectoria que estaban siguiendo para llegar a Elion era la correcta. Sin embargo, no parecía estar tan cerca como ellas pensaban, pues había que atravesar aún la espesura del bosque.

—No debe de quedar mucho.

Pero Jara, al contrario que su amiga, no estaba tan entusiasmada.

—¿Estás segura de que es por aquí?

—Elion y Argag son reinos vecinos, Jara. Con seguir el camino se llega a cualquier ciudad.

—¿Pero no llegaríamos antes en barco?

Extrañada, la rubia se giró hacia la morena intentando comprender sus palabras.

—¿Por qué no quieres atravesar el bosque?

—¿No conoces las leyendas?—preguntó la morena.

—No te creas todo lo que dicen, no son más que calumnias.

—Cuentan que un monstruo habita en él, y que cuando te ve te persigue hasta devorarte.

—Si tanto miedo tenías, ¿por qué has seguido el camino?— a lo que a su amiga tan solo se quedó en silencio al no saber ni siquiera ella el motivo.—Igualmente, como tú dices es tan solo una leyenda. Elion se la inventó para que nadie cruzara sus fronteras. No hay nada que temer.

Sin embargo, Jara no estaba tan segura de aquello. Ella se dedicaba a la recolección de frutos y plantas con el fin de ayudar en el mercado de sus padres, para Jara, caminar por el bosque no era problema, pero si nunca se había acercado a este era porque algo dentro suya le impedía adentrarse en él.

Poco a poco, las dos amigas penetraron en el bosque e instintivamente se percataron de que algo espeso en el aire conseguía nublarlas la mente, aunque sea por unos segundos.

—Me cuesta demasiado respirar.—sollozó la morena pasado un tiempo.—Mi cabeza da vueltas.

Allí, en el bosque, ni un solo pájaro cantaba, y las raíces de las plantas que crecían estaban terriblemente enfermas. Se podría decir, que además de ellas no había ni una sola alma viva.

Todo estaba oscuro a su alrededor. Los árboles eran gruesos y sus copas tan grandes que apenas dejaban ver el cielo ni mucho menos la luz del Sol. Para las dos amigas aquella arboleda no parecía más que un laberinto del que era imposible salir. Estaban convencidas de que daban vueltas sobre su propio eje.

Tras darse cuenta de que habían pasado reiteradamente por la misma roca y de que sus pies comenzaban a doler, decidieron parar a descansar. Ambas amigas, en lo más profundo de su ser, reconocieron ser sumamente ingenuas al darse cuenta de que el bosque no iba a ser tan sencillo de cruzar como ellas creían en un principio.

El camino era apenas ya visible y su mente le daba tantas vueltas que apenas podían discernir la realidad de la vigilia.

— Este bosque está maldito. Te dije que era mejor ir en barco. Dudo que Tresa haya pasado por aquí.—se tambaleó Jara mientras intentaba beber de su cantimplora.

—No podemos dar marcha atrás ahora, llevamos horas caminando, la salida no debe de estar muy lejos.

Jara, a pesar de su estado, parecía comprender la situación mejor que su amiga. Estaba convencida de que su idea era mejor y de que cruzar el bosque, además de peligroso, era complicado.

Cecie, por el contrario, parecía estar sumergida en sus propios pensamientos. Miraba al frente sin ningún tipo de expresión en su rostro. No se sabía que era lo que podría estar escondiendo su mente, o al menos no con esa mirada.

ArcadiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora