La profecía

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— Acras, antiguo y único emperador de Arcadia, antes de fallecer  y dejar todas sus posesiones en manos de su linaje, dividió el país en cuatro reinos para así poder repartirlos entre sus cuatro hijos. Con el tiempo, cada uno de ellos gobernó un distrito diferente imponiendo sus leyes y marcando el camino de sus ciudadanos.

—Esa historia narra el origen de Arcadia. Cuenta como pasó de ser, de un solo país, a dividirse en cuatro naciones.—intervine para demostrarle que era consciente de aquella leyenda.

—Así es. La leyenda está ligada al nacimiento de Arcadia. Como Acras dejó para sus hijos: Los antiguos Reyes de Tegea, los cuatro reinos.— dijo mientras se acomodaba en su trono.—Sin embargo, hay una profecía que cuenta que cuatro elegidos liberarán Arcadia de sus respectivos gobernadores, que el futuro cambiará y que el país volverá a unificarse como uno solo, aunque esta vez dirigido por diferentes...—hizo una pausa. —Revolucionarios.—continuó mientras fijaba su mirada en mí con cierto desagrado.

—¿Revolucionarios?—pregunté extrañada intentando comprender sus palabras. —Igualmente, es solo una profecía.—intenté convencerme a mi misma. —¿No es algo que deberíamos ignorar?

—Eso mismo pensé yo.— dijo mientras se levantaba con autoridad.—¿Por qué tendríamos que hacer caso a las palabras de una simple leyenda? Sin embargo, no puedo evitar preguntarme si es o no cierta. Y me temo que así es.

Mi cuerpo se sobresaltó con aquella última frase dando un paso al frente.

—¡Que cuatro personas estén dispuestas a cambiar el país y acaben gobernando es un sinsentido! ¡La posibilidad de que sea cierta es muy remota!

Sin embargo, el gobernador tan solo se quedó mirándome impasible. Su mirada escarbaba en mi interior provocando que mi pecho se acelerase por momentos.

Observaba mis reacciones y movimientos con sutileza.

El Gobernador de Elion me estaba analizando, y eso, de alguna forma, conseguía erizar mi piel.


—Tresa.—dijo de repente provocando que, inquieta, pegase un pequeño salto.— ¿Tú nunca has tenido ganas de cambiar el país?

Pero yo no respondí. Y no precisamente porque mi respuesta a aquella pregunta fuese una negación.

Aquella cuestión me había tomado por sorpresa haciendo que, inevitablemente, me quedase observándole sin poder despegar mi mirada de su figura.

—No, mejor dicho.—rectificó ante mi silencio.—¿Nunca has sentido la obligación de que debes ser tú quien cambie Arcadia?

Instintivamente, agaché la mirada cabizbaja para evitar su mirada.

La forma tan impredecible que tenía para lanzarme aquellas preguntas conseguía nublar mi mente.

Estaba frente a alguien al que no sabía cómo responder. Intentaba indagar en su mente tratando de adivinar sus intenciones, pero me era inútil.

Definitivamente, el Gobernador de Elion iba un paso por delante mía. Sabía lo que mi mente escondía.

Y no había nada más arriesgado y aventurado que eso.


—Dime. ¿Nunca te has planteado quién eres realmente? ¿No sientes que hay algo que debes encontrar, y que aún así no logras dar con él? Tresa, ¿nunca te has sentido, en cierto modo, vacía?


Mi cabeza daba vueltas.

Las yemas de mis dedos estaban heladas y mis manos adormecidas.

Mis pies habían dejado de responder, y mi corazón latía tan rápido que pensaba que de un momento a otro me daría un ataque.

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