Chapter Thirty-seven.

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—¡Abuelita!— Babi corrió a los brazos de la señora mayor. Samantha sonrió ampliamente y la abrazo también.
Los tres hombres se quedaron algo extrañados pero supusieron que era la abuela de la chica morena.

—¿Cómo has estado Raquel? Tanto tiempo.— cuestionó sonriendo la rubia.

—Aqui estamos. Tirando poco a poco.— la señora sonrió a ambas chicas. Miró hacia atrás y se encontró con los tres hombres.— ¡Pero bueno! ¿Y esos chicos tan guapos?— estos sonrieron algo incómodos y extrañados.

—Te presento a Jack, Gustabo y Horacio. Jack es mi pareja y Gustabo es la pareja de Sam.— explico señalando uno a uno.

—¿El chico de cresta es gay no?— Horacio abrió sus ojos de par en par y se sonrojó demasiado. Los presentes aguantaron su risa.— Solo pregunto, se le nota.

—E-eh... S-soy bixesual señora...— contesta rascándose su brazo derecho con vergüenza. Gustabo sonrió orgulloso y pasó su brazo por los hombros de su casi-hermano, llegando a tranquilizarlo un poco.

—¿Sigue haciendo sus comidas tan ricas?— pregunta cambiando de tema rápidamente, Samantha. Raquel se centró en ella y sonrió.

—Venid conmigo y os lo demuestro.— se giró y a paso lento comenzó a caminar. Las dos chicas se giraron a los tres hombres.

—Vais a flipar con toda la comida que hace y además está riquísima.— dice la rubia llevando sus dedos a su boca y dándole un beso, como gesto de aprobación a la comida que hace.
Los tres sujetos comenzaron a caminar a la par que las mujeres.

—¿Pero es tu abuela?— le susurró Horacio para que no escuchase esta. Babi sonrió y negó.

—Que va. Le decimos así por cariño, la conocemos desde el primer día que vinimos aquí. Es un amor de persona.— sonrie orgullosa.

Llegaron a una casa de solo una planta, pintoresca y con abundantes flores. Con permiso de la dueña entraron y comenzaron a mirar todo. Habían bastantes fotos, alguna planta... típica casa de señores mayores.

Horacio se acercó a una foto y la cogió con una sonrisa. En esta se llegaba a ver a Babi junto con la señora, la primera mencionada llevaba una guitarra y parecía que le estaba cantando a la segunda.
La dejo en su sitio cuando sintió la voz de la dueña.

—Estais en vuestra casa. Iré a preparar la comida, sentiros cómodos.— les sonrió y se fue hacia la cocina. El grupo se dirigió al comedor y se sentaron en una mesa de madera oscura, bien tallada.

. . .

—Creo que voy a explotar...— dijo Gustabo poniéndose sus dos manos en la barriga y hechandose hacia atrás.

—Creo que si como una miga más de algo vomito.— apartó el plato de su vista e hizo el amago de vomitar.

—Por dios... siento la comida en mi garganta...— se quejó Jack tomando algo de agua.

Aquella señora había preparado tres o cuatro platos para cada uno. No iban a negar que estaba muy bueno pero cada vez les traia más y más y más, llenandolos poco a poco.

—Y eso porque cocinó muy poco, suele cocinar más.— dice soltando una risa al final. La rubia asiente en modo de estar de acuerdo con su amiga. Ambas estaban acostumbradas así que eso para ellas no es nada.

—¿Os ha gustado? Si tenéis mas hambre puedo preparar más.— señaló la cocina con una sonrisa. Los hombres negaron rápidamente haciendo reír a los demás, hasta a la señora.

—Creo que nunca comí tanto en mi vida...— confesó una vez estaban fuera de la casa. Se habían quedado un par de horas con la señora ya que comenzó a contarles alguna que otra aventura que había tenido con las dos mejores amigas.

«𝙉𝙤 𝙨𝙚𝙖𝙨 𝙩𝙖𝙣 𝙖𝙣𝙩𝙞𝙜𝙪𝙤 𝙖𝙗𝙪𝙚𝙡𝙤»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora