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Max estaba acostado en el suelo, sudando y de malhumor ya que hacía mucho calor y no había luz ni agua en ése momento.

No se quería mover en todo el día para no tener más calor y todos en la cuadra seguro pensaban lo mismo.

Sólo un idiota estaría alegre en ése momento.

El hombre sintió como algo le agarró de los pies y se sentó asustado, para ver a Mary, sonriendo como siempre y con su rostro algo rojizo por el calor.

Y la idiota, apareció de... ¡¿otra vez tenía una copia de la llave de su casa?!

Ya no le daría copias a su cruel madre por que ella se los daba a Mary.

-¡Vamos a jugar afuera!
Estoy muy aburrida y mis padres me enviaron contigo.- dijo la rubia, no importandole que estaba con calor y transpirando.

No tenía absolutamente nada que hacer, su celular se quedo sin baterías y para no sufrir por ésa cruel desgracia, quería jugar afuera, en ésa bella siesta de verano, con su buen amigo Max.

El chico la miró con disgusto y negó con la cabeza, no queriendo ni discutir.

Hacía calor, mucho calor y no había forma de salir a jugar afuera con una mujer que se hace llamar como responsable pero compra un disfraz de cuerpo completo de conejo rosado y lo usa afuera en pleno verano.

La rubia al ver como él negó, gruño con fastidio.

-Eres una nena debilucha, sí tienes calor ponte a correr para que el calor no te alcance, es más, juega conmigo o te castigare.- susurro la ojiazul con una sonrisa malvada mientras se tronaba los dedos.

El hombre, lejos de sentirse intimidado, se dejó caer nuevamente en el mosaico fresco de su casa, con sus brazos extendidos.

Mary al ver que su amigo no quería ceder, le agarró de los pies y lo empezó a arrastrar afuera.

-Deja de ser tan flojo, debés aprovechar este hermoso día para hacer algo de ejercicio.

Y luego de unos segundos, Max estaba en el césped de su jardín, mirando al cielo con los ojos entrecerrados de tan fuerte que era el resplandor.

Sí alguien intentaba hacer algo en ése momento, le iba a dar un fuerte golpe de calor.

Bajo la mirada y vio como su vecina estaba delante de él, jugando con un aro ula ula.

-¡Ja! Esto es muy divertido.
¿Cuánto crees que lo pueda hacer?
Te reto para ver quien lo hace más tiempo.
Seguro que yo, una gran maestra de educación física, puede hacerlo por más tiempo que tu, un solitario veterinario que ni siquiera tiene mascota.- dijo la chica mientras su rostro se ponía más rojo y el sudor en su ropa se notaba cada vez más.

Max le iba a decir que se detenga, pero sí lo hacía ella le seguiría molestando, además, tenía algo de curiosidad para comprobar que Mary en verdad no tenía energía ilimitada.

Una hora después.

Mary estaba acostada en el sofá de la sala de su amigo, con un paño frío en la frente y con el aire acondicionado encendido, ya que por suerte, la luz había llegado.

-¿Por qué nunca hacemos nada de lo que yo quiero?
No se vale.- dijo la chica con tristeza y sin nada de energía.

No lo vio, pero estaba segura de que Max no hizo el reto del ula ula luego de que ella se desmayase.

-Ten.

La chica oyó la voz de su amigo y vio como le mostraba un helado en vasito, haciendo que se le ilumine la mirada.

-¿Para mí?- preguntó, mirando a su vecino, su amigo, su mejor amigo, su hermano del alma, con agradecimiento.

La rubia se sentó algo cansada tras agarrar el helado y se puso a comerlo (sí se usa cuchara y no es como agua, para mi es comer) de manera alegre, sintiendo como su alma parecía regresar.

Max se sentó en un sofá de un cuerpo que había a lado y sonrió mientras veía a su amiga.

Al menos, no le pasó nada malo y parecía tener la misma energía de siempre.

Continuará...

Mi molesta vecina y amiga, MaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora