―Por favor fóllame, gemí, suavemente.
―¿Perdón? ―Frotó su polla en contra de mi clítoris, y yo chillé como un bebé por el placer frustrado.
―Por favor fóllame, ―imploré, más alto.
―Hmm, tal vez. ―Continuó presionándose a sí mismo de arriba hacia abajo por mi hendidura. Sus bolas se arrimaban a mi culo, apretadas y duras cuando su caliente longitud resbalaba entre mis inflamados labios vaginales.
―Por favor, Louis , por favor, ―imploré, loca ahora por la necesidad, desesperada por sentirlo adentro de mí otra vez. Necesitaba apretarlo firmemente con mi coño y sentirlo utilizándome para su placer.
―¿Quieres mi polla, Emma? Pide por ella. Ruégame por ella.
―¿Por favor puedo tener tu polla?, ―le imploré cuando empujó más duro entre mis labios vaginales, repetidamente estimulando mi clítoris .
―¿Dónde la quieres? ―Él era cruel, y yo quería sollozar de la frustración, pero sabía que esto sería jodidamente bueno al final. Louis satisfaría sus deseos y los míos a su propio ritmo.
―En mi vulva, ―le dije, sin titubear. Estaba completamente lasciva, completamente abrumada por la lujuria.
―¿Perdón?
No estaba segura de lo que él quería.
―Por favor. ―Me dolía la cabeza por mi posición inclinada. No lo podía ver, pero sabía que él estaba sonriendo.
vez.
―No, eso no es lo que quiero oír. Sabes lo que quiero oír, Emma. Pídemelo otra
―Por favor fóllame con tu dura polla. Por favor fóllame la vulva. Por favor, Amo, por favor.
Había dicho la palabra mágica. Él había necesitado oír mi sumisión. Había necesitado saber que yo conocía mi posición. Lo veía como mi Amo, y él necesitaba saber eso.
Empujó dentro de mí, y yo grité de placer. Me dolía el cuello por mi posición, pero ya no me importó cuando él me llenó. Agarró mis caderas con fuerza en sus manos mientras empujaba dentro de mí. Se impulsaba hacia adelante y hacia atrás para crear un ritmo delicioso que me hacía corcovear y temblar mientras mi coño se contraía alrededor de él.
Me empujaba cada vez más afuera de la cama. Cuando mis hombros colgaron en el aire, maldijo de frustración y salió de mí.
―De rodillas, ―ordenó, y mostrando su verdadera naturaleza caballerosa, me ofreció su mano mientras yo me levantaba a mí misma de vuelta a la cama. Me volteé y me puse de rodillas. Ya no me importaba que mis pechos se bambolearan, que mi estómago colgara y que mi vulva estuviera toda exhibida entre mis grandes nalgas. Sólo quería complacerlo y complacerme a mí misma durante el proceso.
―Muévete hacia atrás, ―me ordenó y me arrastró hasta que mis rodillas quedaron en el borde de la cama.
Él estaba parado detrás de mí y empujando adentro otra vez.
Grité. Se sentía más duro, más ancho, más largo en esa posición con mi culo elevado. Él no se contuvo, y mientras empujaba dentro de mí, me aferré a su edredón desesperadamente. Su perfume me envolvió cuando enterré la cara en él. Podía olerlo a él, a su perfume, a su almizcle, a sus olores más íntimos en su lugar más íntimo. Estaba aturdida por la excitación, pero aún así, me rigidicé cuando fisgoneó con un dedo entre mis nalgas mientras empujaba.
―Está bien, ―gimió―. No voy a lastimarte.
Me relajé un poco cuando su dedo presionó contra mi apretado brote anal.
―Nunca he… ―comencé, pero terminé la declaración con un gruñido cuando su dedo suavemente se enterró.
―Está bien, bebé. Está bien, ―susurró―¿Te gusta esto?
―Sí, ―lloriqueé, y era cierto, para mi gran sorpresa. Deslizó su dedo más profundamente.
―¿Te gusta tener mi dedo en tu culo?―Sí, Amo, ―jadeé, y él me recompensó con más de su dedo adentro de mí.
―¿Tomarías a mi polla aquí dentro si yo quisiera, mi dulce puta?
―Sí, Señor. Sí, Amo. Cualquier cosa para su placer.
―Buena respuesta, ―gimió y deslizó el dedo de mi trasero―. Y disfrutarás de eso también, pequeña descarada. No ahora, sin embargo. Ahora, necesito llenar esta apretada vulva.
Sus palabras me excitaban tanto como sus acciones, y cuando empujó más duro, gemí de delicia. La cama chillaba, mis tetas se bamboleaban casi dolorosamente y mi coño se contraía constantemente, succionándolo más profundamente adentro de mí e instándolo a expulsar el caliente semen de su polla.
Clavó las uñas en mis caderas cuando se corrió. No pronunció un sonido, pero sentí cada explosión de semen adentro de mí. Mi coño se apretaba de deleite.
―Eres tan buena, ―gruñó y colapsó sobre la cama a mi lado.