Capitulo 5

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―Decisiones, decisiones. ―Envolví mis dedos alrededor de la taza caliente y me incliné más hacia adelante para tener una mejor visión―. Me encantaría uno de esos merengues, en realidad, ―dije al final.

―Una gran elección, ―se entusiasmó mientras levantaba una ligera y cremosa concha llena de esponjosa crema y decorada con fresas. Había tomado una bolsa de papel y la había colocado en el extremo del mostrador para mí.

―Así que, ¿quién hace las tortas, Jacques? ―Le pregunté mientras apoyaba el humeante té y trataba de encontrar la manera de abordar el merengue. Al final, lo partí en dos mitades con aproximadamente la misma cantidad de fruta y crema en cada uno.

―Bueno, sí, en cierto modo. Yo. Yo las hago a todas, pero me llamo Louis . Le di un toque francés al nombre, ―respondió.

―Soy Emma. ―Sonreí―. Debes trabajar muy duro si horneas y vendes todos estos pasteles.

―Me levanto a las cuatro de la madrugada todos los días. Cuando cierro a las tres y media, me voy arriba y derecho a la cama. Es un largo día.

―Guau, podrías buscar a alguien para que te de una mano.

―Bueno, una vez que el negocio esté en pie y dando buenas ganancias, pienso contratar a alguien para que me ayude.

―Parece como que el negocio va viento en popa para mí. ―Di un suspiro de apreciación cuando mordí en el merengue y fui abrumada por los olores del verano y el sabor del cielo―. Con merengues como este, no me sorprende.

Él se puso un poquito colorado y recuperó rápidamente su compostura.

―Oh, lo está, pero hay que afrontar muchos gastos al principio de un negocio. Recién estoy comenzando a reducir las deudas por la apertura de esta tienda en primer lugar.

―¿Siempre te dedicaste a esto? ―Le pregunté mientras el té y el pastel me soltaban la lengua y me hacían sentir más relajada.

―Sí, siempre me ha gustado. Mi papá pensaba que era una cosa de chicas sin embargo y me obligó a ir a estudiar Ciencias Económicas. Trabajé en un banco durante mucho tiempo y, entonces, un día, decidí que no podía soportar más otro aburrido trámite y abandoné. Y comencé con este lugar.

―¿Eres más feliz ahora? Él suspiró.
―Considerando que por esto perdí a mi novia y el respeto de mi padre, sí.

―Oh, estoy segura de que tu padre recapacitará. ¿Ha visto este lugar?

―No.

―Deberías invitarlo. Estaría orgulloso de ti, estoy segura.

―Que dulce eres en decirlo, pero no estoy seguro de que sea cierto. No cambiaría mi vida ahora por nada, sin embargo. Me despierto para hacer lo que me gusta. Eso hace de cada día un placer.

Echaba de menos eso. Solía sentir eso cuando enseñaba. Cada día era un placer. Me sentí vacía una vez más y bajé el último bocado de mi pastel, de repente incapaz de comer más.

―¿Estás bien? ―preguntó―. Te pusiste pálida.

―Sí. Sentí ese placer una vez. Ya no lo tengo ahora, eso es todo. Él apretó mi hombro.
―Estoy seguro de que lo encontrarás otra vez, o él te encontrará a ti.

―Muchas gracias. ―Me levanté de la silla―. Ahora, tengo que irme. Gracias por tu amabilidad.

―¿Volverás mañana, verdad?

―Sí, lo haré.

―Vale, buenísimo, nos vemos mañana.

Vainilla PicanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora