Capítulo 19

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Me hizo correrme sobre su rostro. Grité y me estremecí y, luego de un momento, intenté cerrar mis muslos, pero él no me lo permitió. Me sentía tan sensible, pero él sencillamente continuó lamiéndome.
―No más, ―jadeé―. No lo puedo resistir.
―Yo diré cuándo no puedes resistir más, ―gruñó y volvió a lo que estaba haciendo. Movió su lengua alrededor de mi clítoris, con cuidado de no golpearlo directamente, y no pude evitar gemir. Deslizó la lengua más abajo y reemplazó su dedo en mi interior con ella. Me llevó al límite, sondeando e insistiendo hasta que yo estaba gritando y jadeando, y corriéndome otra vez por su talentosa atención sobre mi sensible hendidura.
―Ahora, me detendré. ―Sonrió y se relamió los labios―. Porque necesito follarte. ―Se puso de pie y vi que su polla estaba dura otra vez. Su tratamiento no sólo había sido placentero para mí, él muy obviamente había disfrutado de eso, también. Presionó una mano contra el lado exterior de mi muslo y me alentó a estirarme a través del sofá. Apoyé la cabeza sobre el apoyabrazos y me recosté, mi cuerpo todavía eufórico por los orgasmos que acababa de darme. Se arrodilló en el sofá entre mis muslos abiertos, levantó mi culo y deslizó un cojín debajo, tanto para mi comodidad como para levantarme a fin de que le fuera más fácil follarme. No me provocó esta vez. Él estaba obviamente demasiado excitado como para jugar juegos. Se introdujo dentro de mí con un poderoso empuje, y grité cuando me estiró alrededor de su caliente polla. Me estimulaba por dentro y por fuera, y mientras se movía, yo lloriqueaba con puro deleite. Se quedó erguido sobre sus rodillas y apoyó una mano sobre mi muslo, la otra en mi rodilla. Se estabilizó a sí mismo y me sujetaba mientras tomaba su placer de mi mojada hendidura.
―Eres tan hermosa, ―jadeó, y yo abrí los  ojos. Me miró fijamente, y mis mejillas se sonrojaron―. Soy el hombre vivo más afortunado. Amo follarte.
―Yo amo ser follada por ti, ―gemí.
―Eres mi dulce puta, mi hermosa esclava.
Mantenía su mirada sobre mí, y no podía escaparme. Observaba el placer que estaba escrito sobre su cara. Sus ojos muy abiertos, las pupilas dilatadas. Su piel tirante, y su mandíbula floja. Su lengua asomándose y humedeciendo sus labios. Sabía que estaba a punto de correrse, y observé cuando el hecho se hizo evidente para él, y sus ojos se cerraban mientras la fuerza de su orgasmo lo golpeaba.
―Sí, ―gritó, su polla estremeciéndose dentro de mí, enviando ondas de placer a mis dedos y a mi espalda―. Oh, Emma, yo… ―abrió los  ojos, y vaciló―. Te amo.
Sonreí. Mi rostro resplandeció con eso.
―Te amo, también, Amo, Louis, yo también te amo. Se acostó sobre mí entonces, envolvió los brazos a mi alrededor y me sostuvo apretada en su abrazo afectuoso.
―Emma, ―susurró―. Yo te amo, pero espero que comprendas cuándo digo que eso me asusta un poco. Oí la duda en su voz por lo difícil que era para él admitirlo.
―Lo entiendo, Jack. Yo me siento igual. Nunca me he sentido así antes, y es todo un poco abrumador, pero yo sé que quiero esto. Quiero estar contigo. Te necesito, Louis. Te amo. Creo que me acostumbraré a sentirlo mientras más tiempo pase en tus brazos.
Me apretó con fuerza.―Yo también lo creo así, cariño. ¿Haremos esto juntos, verdad?
―Sí, lo haremos juntos. ―Sonreí―. ¿Louis? ―Le pregunté.
―Hmmm, ―él contestó.
―¿Puedo conseguir mi pastel ahora? Eso es todo lo que vine a buscar en realidad.
―Ah, ―se rió y entonces besó mis labios sonrientes―. ¡Eres una descarada impertinente! ¡Por eso, conseguiste una zurra, señorita!
―Estaba esperando que dijeras eso. ―Me sonrojé, feliz de conseguir mi pastel y de comerlo, también.

FIN

Vainilla PicanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora