Augusta Longbottom era una mujer de temer, las personas que la conocían podrían describirla como rudimentaria y estricta. Neville, en cambio, como su nieto pensaba que era de aquellas personas que seguían sus leyes nada más. Su abuela se había dedicado a la medimagia toda su vida, se había forjado un nombre a través de los años como una de las mejores en el campo, ella se especializaba en el cuidado de niños mágicos. Neville había vivido mucho tiempo con ella en Irlanda, su padre era un auror muy importante y su madre trabajaba en el ministerio, no sabría decir en qué, porque ella lo manejaba con secretismo. Su abuela se había mudado a ese lugar para ayudar a un pequeño hospital mágico, que estaba empezando a crecer, ella hacía toda especie de tónicos, pociones y otras cosas para mantener al hospital con suministros.
Ella, que siempre mantenía una actitud ruda y seria con todas las personas, incluyendo a su propio hijo.
Ella, que parecía estar enojada con el mundo mágico por los "cabezas de trol que eran".
Ella, demasiado directa y escalofriante, muy posesiva con sus cosas y personas.
Estaba dejando que Theodore Nott hiciera pociones con ella, eso fue lo que se encontró cuando bajó aquella mañana. Su abuela supervisaba con ojo crítico la forma en la que Nott cortaba los materiales para la poción, y a juzgar por la forma en que su abuela estaba de pie, parecía que le estaba yendo bien en su evaluación.
-¿Abuela? -preguntó, con un toque de duda, mientras oteaba cuidadosamente el ambiente que había en la cocina.
Ella volteó a verlo inmediatamente, se alejó del castaño y con un toque de su varita en la mesa del comedor, apareció su desayuno. Neville se sentó en la mesa y observó por unos instantes a Theodore.
-¿Podrías recoger este ingrediente en el patio? -preguntó su abuela al castaño de ojos verdes, mientras le pasaba un pedazo de pergamino con el nombre. Él aceptó con un asentimiento y salió lentamente por la puerta hacia el patio. Su abuela se dio la vuelta y se sentó frente a su nieto en el comedor.
El silencio fue breve hasta que ella se atrevió a romperlo.
-Es un buen muchacho, en mis años, he aprendido a no decirle a nadie como debe sentirse y mucho menos qué pensar sobre el resto -comenzó ella ante el sorprendido rubio, su abuela nunca le había dado esa clase de charla, ella siempre le regañaba y después le enviaba a sentarse a pensar en lo que hizo -Pero ese niño, tiene un buen corazón y yo espero, espero, espero que al menos puedas ser su amigo.
Tras aquella conversación con su abuela, cada quien se sumergió en sus quehaceres, Neville se había recostado en una silla del patio con un libro de herbología, pensando en dónde podría recolectar una planta. Fue así hasta el anochecer, cuando dormía cómodamente en su habitación.
-¡Crucio! -se escuchó una voz ronca fememina, mientras apuntaba su varita a una mujer y un hombre, al notar el sufrimiento, ella comenzó a reir, causando que sus secuaces repitieran aquel gesto.
La mujer torturada cayó al suelo, tratando de hacer a un lado el dolor, los magos oscuros les ganaban en número y solo era ella y su esposo, no habría escapatoria pensó mientras miraba que su esposo pronto cedería a caer al suelo, así como ella. Pero ni estando en el suelo se libró de los hechizos que ellos les estaban lanzando.
Antes de caer al abismo de la locura, observó a su esposo caer al suelo y solo pensó en su hijo, su pequeño hijo.
Alice lloró en su interior, ya no podría cuidar a su bebé rubio, a su Neville.
-Longbottom -escuchó una voz ronca y lenta, seguido de unos golpes leves en su pómulo.
Neville reaccionó, asustado, agarró fuertemente a Theodore y se refugió en su pecho, podía notar la tensión del de ojos verdes ante aquella acción, pero, preso del pánico, sólo buscaba sentirse seguro de aquella atroz pesadilla.
Y se sintió bien.
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I like it (Theville)
FanfictionLa magia siempre actúa de formas misteriosas, Neville Longbottom y Theodore Nott estaban a punto se sumergirse en un enlace de matrimonio de la magia. Neville acostumbrado a ser regañado siempre por sus gustos por la herbología, descubre que estar a...