Capítulo XI - Padre

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Ahora mismo podría morderme la lengua. Lo admito. Siempre me he mostrado con esa postura, firme con la supuesta idea de que jamás necesité a mi padre. He pasado todos estos años diciéndolo una y otra vez; intentando, con el hecho de decirlo tantas veces, de convencerme a mí mismo de ello, más que convencer a todo el mundo.

Jamás necesité a mi padre... vaya mentira. La verdad, la verdad que nadie sabe es que siempre quise conocerlo. Siempre tuve ese anhelo de conocer su rostro, al menos en alguna fotografía; de saber cómo era, qué le gustaba hacer, cómo pensaba, si me parecía en algo a ÉL... pero no pude.

Lo cierto es que la idea de mi padre siempre me ha generado mucho conflicto. Por un lado, la curiosidad de saber cómo era él y en cierta forma, a partir de esas ideas, haber tenido una familia, y que él me enseñara tantas cosas, compartir con él un sinfín de anécdotas, de enseñanzas... Sin embargo, por otro lado, sé que nunca podría ocurrir eso porque, en la remota posibilidad de que él apareciera milagrosamente un día, no podría estar de ninguna manera con él; porque lo odio, lo odio con todo mi corazón, por lastimar a mi madre, por abandonarme... por no tomarse la molestia de siquiera conocerme.

Ese hombre lastimó a mi madre. Lo sé. Siempre lo supe. La tristeza en la mirada de ella no me miente. Sufre por un hombre y sé que no puede ser otro que no sea ÉL.

Mi madre. Esta mañana la acompañé al aeropuerto, y jamás imaginé sentirme tan aliviado de que se apartara un poco de mí. Sé que no quiere que me acerque a las chicas porque no quiere verme sufrir. Pero ya no importa, es demasiado tarde. No puedo sacar de mi corazón a Yuna, me duele saberla con otro y no poder hacer nada al respecto.

Seiya es más optimista al respecto, cree que algún día ella estará conmigo. No me puedo imaginarlo hablado con mi madre sobre ello; seguramente mi madre me pediría que me aleje de él porque me mete muchas ideas malas en la cabeza. La verdad es que no quisiera alejarme de él. Sí, al principio no me caía nada bien, pero se ha sabido ganar mi confianza.

Me preocupa un poco, lo he visto estos días un poco deprimido. No hemos tenido oportunidad de hablar bien pero creo que es por su chica. Espero que no lo haya lastimado, sería una tonta si deja ir a un hombre como él. Me gustaría poder hacer algo, pero ni siquiera puedo con mis propios problemas.

Qué curioso me parece todo esto. Hace unas semanas me encapriché por venir a Japón por una sospecha que tenía, creía que ÉL estaba aquí; con todo lo de Yuna, Soma, Aria y Seiya ya lo había olvidado, pero ahora, precisamente que pienso en Seiya, esa idea me viene a la cabeza. Es muy raro, y espero que nadie nunca se entere, pero relaciono la idea de Seiya con la ÉL...

Sí, cuando me viene Seiya a la cabeza, por alguna extraña razón, me viene a la cabeza la palabra: padre.

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Habían sido días muy complicados. La presión de tener a su madre en Japón sabiendo que ella no estaba muy contenta con él, el intenso entrenamiento con Seiya rumbo a la competencia con Edén, apoyar a su amigo en todo para que no se deprimiera por el rompimiento con su novia. Koga estaba un poco cansado. Sí, ahora que su madre ya no estaba (había regresado a Grecia por negocios, según ella afirmó- aunque él no le creyó mucho-) las cosas estaban un poco más relajadas.

Aquella tarde daba un paseo por el parque con la firme idea de verse con Aria, no entendía porqué pero necesitaba verla. Después de recorrer el lugar, por fin la encontró; Aria estaba sentada con Ionia tomando su lección de literatura. Koga nuevamente se sintió extraño al notar la inocencia de la chica, al verla así, sentada en el pasto con un libro en su regazo y escuchando atentamente a su mentor.

Nada será igualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora