Capítulo IV - Más que amigos

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Durante muchos años siempre me hice la misma pregunta ¿Por qué te fijaste en mí? A veces me comparaba con otros chicos y no lograba comprender cómo es que conquisté a la chica más hermosa del mundo. Por ejemplo, entre mis amigos, Shiryu era un chico muy listo y dedicado, Hyoga era muy serio y atento, Shun era un chico tierno y noble; finalmente, Ikki callado y misterioso; los 4 atraían mucho a las chicas; yo, por mi parte, nunca me sentí especial, pero llamé la atención de Miho, Shaina y, lo más importante, la tuya. Aunque en realidad nunca me interesaron ellas, sólo tú.

A veces no podía creer que aceptaras ser mi novia; de hecho, muchas veces me sentía un tanto inseguro. No me gustaba que los demás te miraran, siempre has sido tan hermosa y yo un tonto celoso. El colmo fue cuando ese... tal Julián Solo se presentó tratando de conquistarte, yo me moría de celos, pero tú me dijiste que sólo eras mía (y que así sería para siempre); no querías nada con él y no sabías como quitártelo de encima; yo no pude hacer otra cosa que partirle la cara. Naturalmente, no lo tomaste muy bien; pero al final, como siempre, perdonabas mis arranques.

Todo el tiempo me decías que te gustaba mi forma de ser y cómo te trataba. No sé, yo sólo intentaba ser honesto contigo. A cada momento trataba de protegerte y complacerte tal y como te lo mereces (aunque a veces era complicado, siempre has sido una chica un tanto caprichosa); al principio sólo como amigos, después como algo más, hasta lograr demostrarte que eres lo mejor que me ha pasado en la vida y por fin tenerte a mi lado.

La cuestión ahora es volver a hacerlo, conquistarte y lograr que te olvides de ese hombre que está contigo. No puedo negar que los celos me quemaban por dentro cuando te oí hablar con él por teléfono y que casi exploto cuando vi las flores que te enviaron. He de confesar que estuve a punto de cometer una locura como las que hacía cuando éramos más jóvenes; pero me tranquilice, quizá porque ya maduré un poco y porque, al tenerte de nuevo aquí, sé que no debo perder la esperanza. Quiero estar contigo, necesito de ti. Sé que ésta es nuestra segunda oportunidad, la vida nos reunió por algo. Y por fin lograremos materializar nuestros sueños: casarnos, tener muchos hijos y pasar el resto de nuestros días juntos.

A veces me siento como un cursi tonto cuando pienso en ti, ha sido así desde que despertaste estos sentimientos en mí, además no puedo evitarlo. Eres el amor de mi vida y sé que para ti también lo soy. No me rendiré y haré que me vuelvas a amar. Como la primera vez, primero como amigos y después... bueno, ya veremos qué pasa después.

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Buena parte de la mañana se la pasó con Koga. El chico miraba con curiosidad toda la mansión, sin poder creer que su familia poseyera una propiedad como aquella.

-Sabía que era de descendencia oriental, pero no me imagine que la familia tuviera esta casota en Japón.

Saori no podía evitar estar feliz por tener de nuevo a su lado a su más preciado tesoro; pero estaba preocupada. Nadie podía enterarse de que su hijo estaba en Japón. Pasó horas hablándole sobre tradiciones y costumbres del país del sol naciente; su charla la estaban realizando en una habitación que el propio Koga eligió para quedarse, habían estado recostados en la cama y Saori abrazaba a su hijo mientras le platicaba y le revolvía sus cabellos, hasta que, en buena parte por el cansancio del viaje, Koga se quedó dormido; de pronto tuvo la sensación de que su hijo era todavía un niño pequeño. Lo acomodó para que descansara, intentó salir en silencio, pero Koga le habló entre sueños:

-Mamá... ¿extrañas a papá?

Saori se quedó congelada sin saber qué decir. Había muchas respuestas a aquella pregunta, pero todas implicaban más preguntas; aunque Koga estaba muy dormido, no quería arriesgarse a decir algo de lo que después se arrepentiría así que sólo se limitó a un: -Descansa hijo.

Nada será igualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora