Capítulo 4- "El bosque"

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Han pasado casi dos semanas desde que Owen y Brooke nos trajeron al maravilloso bosque en el que me encuentro trotando, me agrada venir aquí, de hecho, he estado viniendo desde que me trajeron a conocerlo, ahora es aquí donde me ejercito por las mañanas.

Y la verdad es... ¿y donde más podría ser? No se me ocurre un mejor lugar que este, de alguna inexplicable manera me inspira.

Este bosque, por más que me traiga terribles recuerdos, también me trae paz.

Me gusta poder trotar tranquilamente por el bosque porque de alguna forma se convierte en una demostración de que las cosas pueden cambiar. Por más tonto y soso que suene. Me demuestra, recuerda y recalca el hecho de que puedo trotar sin preocuparme por correr, por mirar atrás y asegurarme de no estar siendo seguida, sin estar constantemente alerta.

Aunque aún con toda esta paz que me invade no puedo evitar estar alerta. Después de todo, se vuelve inevitable tratar de no sentirse insegura y estar preparada para defenderse.

Acelero un poco el paso de mi trote hasta convertirlo en una pequeña corrida, mientras me permito hundirme en mis pensamientos y dejarme llevar por mis recuerdos.

«Hace frio y no sé dónde estoy, hay árboles por todos lados, cosa que no se ve en mi cuidad, y para este punto me parece obvio y ya bastante claro que estoy en un bosque en medio de la nada.

Esta es una noche fría y oscura, aunque no más que las anteriores. La adrenalina en mi cuerpo no me permite sentir el frio, aun teniendo mi ropa rasgada y manchada. Aún puedo sentir parte de la sofocante masa de vapor y humo de la que acabo de salir, el desastre en llamas en el que se acabó por convertir la casa de la que fui rehén por un año y unos pocos meses, pero no más, esta noche termina todo.

Esta noche doy fin a mi tormento, al infierno en el que me mantuvieron cautiva.

Es indescriptible el sentimiento de libertad que me invade cuando ya a metros de distancia me detengo para observar la casa, para apreciar lo que he logrado. Porque por fin hice algo, al fin reaccioné, y lo hice bien.

La casa que me aprisionó por lo que sintieron como siglos está ahora en llamas. Me resulta extraña la forma en la que ver la casa arder me da tanta paz, me hace sentir libre, independiente, en control, con poder.

Un sentimiento bastante agradable, podría decirse.

En este momento no estoy segura de muchas cosas, pero algo que no podría negarme a admitir es que, de cierta forma, me siento orgullosa de mí misma, porque aun cuando nadie llego para salvarme, aun cuando todos parecían haberse olvidado de mí, aun cuando me sentía abandonada por los que se supone que me querían, no podía quedarme aquí, no podía quedarme de brazos cruzados sin hacer nada, esperando a ser salvada por alguien que no iba a llegar.

Nadie iba a hacer algo por mí, por lo que decidí actuar por mí misma, defenderme por mi cuenta.

No podía permitirles el privilegio de olvidarme.

Yo debía de ser recordada, y no por ser la chica que fue secuestrada, o la chica que presenció la muerte de sus padres, o incluso la que perdió a su hermanito; debía de ser recordada por ser la chica que no esperó a ser rescatada, que supo valerse por su cuenta y defenderse a sí misma, la que recuperó lo que tanto le habían privado: su libertad.

La que lo hizo y lo hizo sola.

Porque así estoy: sola.

Y sin darme cuenta así lo estuve desde un inicio.

Siempre supe que estaba sola en esto, pero lo confirmé cuando quedé incomunicada con Liam, no sabía si él estaba bien, si le habían hecho algo, si había logrado huir, si lo habían atrapado en un intento de escape, si seguía con vida.

TatianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora