Tercer extra

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Se sentía perdido, su cabeza daba vueltas a más no poder y no entendía donde estaba. Tampoco como si hiciera demasiado esfuerzo por saberlo, continuaba acostado sin mover un sólo músculo.

Observaba aquel cielo celeste, con algunas nubes y un sol radiante, no podía recordar como llegó allí, pero se le hacía tan tranquilo todo.

El pasto bajo su cuerpo era tan suave que parecía irreal, su cuerpo se sentía liviano, y la paz era casi inexplicable. Se sentía cómodo, como si al fin estuviera en casa. Cerró sus ojos unos momentos, intentando recordar qué fue lo último que hizo, donde estuvo antes de llegar a tal lugar.

Sólo puede recordar, como estaba en una camilla, Alemania estaba a su lado, Italia también, también recuerda estar junto a Misiones, pero no de forma consciente, estaba dormido, o al menos eso parecía. De ahí sólo recuerda un fuerte dolor en todo su cuerpo, sintió que su cuerpo se fragmentaba, y él no podía hacer nada para evitarlo. 

Recuerda los gritos cargados de odio de Ale,y los llantos desesperados de Italia, también las lágrimas del alemán y después nada. Oscuridad absoluta. ¿Qué había pasado después de cerrar los ojos?

Volvió a abrirlos, notando un rostro familiar frente a él. Su piel era rojiza, pero apenas podía distinguir, era tan extraño todo.

--¿Argie? --Murmuró extraño el contrario, tenía acento raro y gracioso que no pudo evitar sonreír divertido del mismo.

--¿Si? --Respondió confundido. Comenzó a parpadear un par de veces para intentar visualizar quién era aquel extraño.

Lo vio extrañado, aquella persona frente a él se parecía demasiado a su viejo amigo soviético, pero eso no tendría sentido, él estaba muerto. 

--¿Dónde estamos? --Preguntó extrañado el argentino mientras comenzaba a sentarse para verlo mejor, no podía creer que estuviera frente al padre biológico de Rusia-- URSS.

El menor se sentó frente a él, dejando de lado el pequeño bolso donde cargaba unas cuantas manzanas. El mayor seguía observando el cielo, sintiéndose extraño, porque es consciente de que hace décadas que no ve al alemán, pero a su vez, parecía como si sólo se hubieran vuelto a reencontrar después de unos días sin verse.

Era extraño.

--En la memoria de la tierra --Respondió el menor tomando una de las manzanas del bolso. Argentina volteó a verlo confundido-- Somos pedazos de tierra andante --Agregó pasándole una manzana-- Nuestro único propósito es representar un pedazo de tierra habitada, y después, cuando morimos, volvemos a formar parte de ella.

Tomó la fruta de su acompañante para comenzar a comerla tranquilo.

--¿Cómo están Rusia y Ale? --Le preguntó con tranquilidad, deseaba saber que había sido de su hijo y del de Reich en estos años. Después de todo, durante sus últimos años con vida se había encariñado del alemán.

--Bien --Mordió un pedazo de la manzana, sintiendo a la misma dulce y jugosa, raro, jamás había podido sentir su sabor antes-- Se volvió una potencia en Europa Ale, incluso creó una organización poderosa, y Rusia tampoco se quedó atrás, fue el primero en elaborar una vacuna para una pandemia, incluso es un mediador en cuanto a la paz, y sin lugar a dudas, un gran líder --Mencionó con total orgullo-- Tendrías que verlos, son todo unos señoritos hechos y derechos --Agregó con cariño, el alemán volteó a verlo con una sonrisa.

--Me alegra saber que jamás los abandonastes.

--Nunca lo hubiera podido tampoco --Aclaró-- Los quiero como si fueran mis propios hijos, no me importa las veces que se equivoquen, ellos para mi seguirán siendo esos niños de cinco años que querían dormir conmigo siempre --Volvió a morder la fruta en sus manos con una sonrisa, hablar de alguno de sus hijos lo ponía tan feliz.

--Se nota, Argie.

Se mantuvieron en silencio, disfrutando de la brisa cálida, y del pasto bajo sus pies, era tan extraño todo para el argentino, estaba teniendo sensaciones que jamás había experimentado antes, y eso era mucho decir, había vivido más de doscientos años, y ahora sentía cosas que jamás creyó sentir.

No eran humanos, eran trozos de tierra que representaban la vida dentro de ese terreno, que buscaban guiar a hacia la paz, pero claro, sus emociones y pensamientos siempre serían influenciados por quienes representaban, y a veces las cosas no podían darse como desearan.

Continuaron viendo en silencio el cielo, con una manzana cada uno.

Pero dos voces se escucharon cerca de ellos. Voltearon hacia atrás para ver quienes eran, sólo para encontrarse a un alemán, un japonés y un argentino hablando mientras caminaban.

Argentina sintió sus ojos cristalizarse de ver a su pequeño ahí, de ver a su mejor amigo a su lado. Se levantó de forma brusca y rápida de al lado de quién lo ayudó cuando más lo necesitó, para sólo llama la atención de los otros tres.

--Misiones --Murmuró con alivio, ver a su hijo, ahí, frente a él, completamente bien, sin una herida, le generaba una satisfacción y un alivio impresionante.

--Papá --Murmuró igual, comenzó a correr hasta el más alto, Argentina extendió sus brazos para recibirlo entre los mismos, y estrecharlo entre estos. Sintiendo como caía de espaldas por la caída del misionero sobre él, pero no se quejó, estaba tan feliz de ver a su niño.

Reich, Imperio Japonés y URSS lo observaban con una sonrisa cargada de felicidad, aunque el alemán y el soviético se sentía mal de que el argentino se encontrara ahí con ellos, porque significaba que había muerto allí con los humanos, y a pesar de que tenían sus dudas, ahora debían de orientar a ambos chicos.

--Los extrañé a todos --Murmuró Argentina entre lágrimas, observando a los contrarios, abrazando más fuerte a Misiones entre sus brazos.

--Y nosotros a ti, Argie --Respondió URSS con cariño, extendiendo su mano para acariciarle su corto cabello con mucha paz.

Little Argie~ [C.H] [Terminada] [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora