Especial

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19 de junio de 1982

Era de noche y el frío era lo predominante en aquel lugar. 

Venezuela y Perú descansaban en camas improvisadas al lado suyo. Él también tenía una cama improvisada en medio de ambos, por eso podía ver como sus mejores amigos descansaban, y los envidiaba por eso. Sus lágrimas no paraban de descender de sus ojos, los recuerdos de la guerra lo torturaban constantemente. 

Esos jóvenes a los que les juró que jamás dejaría de pelear por Malvinas y Soledad habían muerto en su brazos. 

La sangre manchando sus manos, los gritos desgarradores de los oficiales en el campo, y el sonido de las bombas explotando cerca suyo lo hicieron entrar en shock. Ver a los mismos chicos con los que había compartido la cena y con los que había hablado entre risas horas antes, ahora se encontraban muertos a su alrededor.

Y sabía que su tormento no acabaría ahí. Había terminado con su pareja de años, a quien confiaba su vida. Irlanda había escogido un bando que no era el suyo, y entre tantos problemas, no podía permitirse sumar uno más. 

¿Se arrepentía de haber terminado con él? En gran parte sí, estaba arrepentido, porque ahora podría estar junto a él, abrazados, con el irlandés murmurando palabras de apoyo en su idioma natal tranquilizando su agitado corazón.

Ahora, estaba entre sus mejores amigos, sintiendo pena de molestarlos. Era su problema, no podía meterlos más de lo que ya habían hecho. Su hermano lo había traicionado, su pareja lo traicionó, y sus vecinos también. 

Pero él sabía que su propio terror no acabaría ahí, porque sabía bien que cuando le toque volver a su territorio, porque ahora estaba tratando sus heridas del campo de batalla y de las sesiones que los militares tenían con él para que les diera un heredero al cual criar, tendría que volver a sufrir de esa sesiones.

Él no podía morir a manos de un humano, así que el miedo de fallecer y dejar las cosas a su verdadero heredero eran imposibles, él sólo tenía que aguantar hasta que todo terminara, tenía que soportar toda esa tortura por el bien de su heredero, por el bien de su gente y por el bien de sus amigos.

No sabe cuando termino por levantarse de aquella cama y retirarse de la habitación. Deseaba alejarse de ellos para llorar con tranquilidad. Sus amigos estaban cansados y necesitaban recuperarse, no podía ser tan egoísta como para molestarlos cuando ya habían ido a ayudarlos, incluso con sus propios problemas.

Él no los merecía, así como no merecía a Irlanda, ¿por qué seguían con él? Era más que claro que sólo atraía problemas tras problemas. ¿Cómo pudo Third Reich confiarle Alemania siendo un inútil? 

No lo podía entender y eso le frustraba, odiaba toda la mierda que estaba viviendo, pero sabía que tampoco podía lamentarse, aún tenía que ayudar a Misiones con sus ataques de ansiedad, debía ponerle limites a Santiago del Estero con sus hermanos. Tampoco podía deprimirse cuando Córdoba aún seguía enemistado con Buenos Aires, debía ayudar a que se reconcilien, no podía olvidarse de San Juan y su soberbia o Tucumán y Entre Ríos con sus problemas de ira. 

La Pampa con las minorías alemanas con las que siempre discute, también necesita ayudarla a ella.

Se acercó a una ventana viendo la lluvia, se encontraban en un hospital de Santa Cruz. Ella los estaba ayudando, y él estaba completamente agradecido. 

Misiones debía estar con Alemania visitando a Formosa, ella era muy amable, y siempre amaba jugar y distraerlos. Claro, después de que él tomara cartas en el asunto cuando descubrió que casi todos sus hijos, exceptuando al alemán claro está, molestaban y maltrataban al misionero.

Podía entender el resentimiento que podían llegar a tenerle, pero no podía permitirlo, jamás lo haría.

Sintiendo algo cálido envolverlo.

--Tengo mucha caligüeva chamo --Mencionó Venezuela con su marcado acento, ¿él los había despertado? Ahora sentía la vergüenza crecer en su pecho. Él no quería molestar a nadie. Jamás.

--¿Qué pasa causa? --Preguntó preocupado Perú, el estaba a su izquierda, y el venezolano en la derecha. Argentina los miraba, sus ojos estaban rojos y algunas lágrimas aun se escapaban-- ¿Por qué lloras? --Su voz sonaba preocupada, eso pareció alertar a Venezuela que también empezó a examinarlo.

Y él no pudo evitar volver a llorar. Sus emociones siempre fluían como el agua, nunca fue de guardarse nada, y ahora que deseaba hacerlo parecía estar peor.

--¿Por qué siguen acá par de boludos? --Su voz sonaba tan ronca, sus amigos lo veían confundidos-- Soy una mierda pelotudos, por ser tan idiota me pasa lo que me pasa --Sus lágrimas sólo seguían descendiendo de sus ojos-- Soy un pedazo de sorete que no los merece, ni a ustedes, ni a Alemania, tampoco a Irlanda o si quiera a-- Entonces se cayó, nadie sabía que tenía un heredero, nadie excepto su ex-pareja.

Mordió sus labios con fuerza, no podía creer que estuviera apunto de revelar aquello que era tan importante, no podía maldición.

Perú y Venezuela lo veían con compasión. Odiaba esa mirada, él no era débil, no podía permitirse ser débil.

Lo abrazaron con fuerza, la manta que cubría el cuerpo del argentino terminó por caer, pero sus dos amigos no iban a soltarlo por más que el contrario rechazara el abrazo. 

--Las Malvinas siempre serán tuyas causa. 

--Esos Güevones van a pagar en su momento pana, ¿fino

Las lágrimas no podían dejar de descender de sus ojos, y él no pudo evitar creer que tenían razón, no estaba solo.

Little Argie~ [C.H] [Terminada] [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora