Prólogo.

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27 de abril.
Luces.

Alcohol.

Euforia.

Lágrimas.

Todo fue muy rápido, todo dolía como nunca y en verdad me quemaba. Sabía que no era perfecta pero eso no le da derecho, no era justo para mí. Corrí sin rumbo, esquivando gente, casi no sentía mis manos ni mis pies cuando corría, era involuntario, como un mecanismo defensa que mi cuerpo activó para huir de ahí.

Me detuve cuando caí en cuenta de que ellos estaban ahí.

Podrían verte Add...

No.

Retrocedí y lo encontré.

Sus ojos.

Sus labios.

Su olor.

Él.

—Miniature yo...

Tapé su boca para que no hablara, no quería más lástima. Meneé la cabeza para que no lo intentara, era retorcido saber que también tenía su lastima.

Secó las lágrimas que corrían por mis mejillas, me miró a los ojos y sentía la diferencia en ellos. Mi corazón se desbocó, el alcohol me dió coraje y la reprensión que siempre tenía con él se había esfumado.

—Vamos.

Me ordenó y nos adentramos en la multitud para quedar en el centro justamente, las personas estaban felices, las luces mareaban a cualquiera, la adrenalina se respiraba en aquel lugar y el comenzó a moverse al compás de la música. No pedía más allá que su compañía aunque nunca sería suficiente.

Me tomó de la mano para que lo siguiera pero en una encrucijada de personas me atasqué y cuando se dió cuenta de que no lo seguía y que mi mano estaba lejos de la suya volvió a por mí justo cuando comenzó a sonar mi canción favorita, de lo más romántico, me tomó por la cintura, bruscamente me pegó a sí mismo quedando nuevamente a centímetros de su rostro.

Mientras me movía junto a su cuerpo al compás de la canción podía sentir el olor de aquella crema que sé que tanto le gusta, y que a mi en lo personal no me cae nada bien, mientras tanto sentía como sus "perdidas" manos bajaban por mi pantalón hasta llegar a la parte superior de mis glúteos, sin embargo las mías hacían surcos en sus hombros anchos. Era imposible no pensar en los latidos de mi corazón que cada vez se sentían más y más agitados con cada gesto de su cara.

Pero él no lo pensó más y acercó sus labios a mis oídos y me susurró:

-Hoy no sé que me pasa pero no logro dejar de mirarte- musitó

Mi cabeza no dejaba de pensar en como era que esto estaba pasando, no creía que esto fuera real hasta que sin más ni menos, se volvió a apoderar de mi cintura y bajo la cabeza hasta quedar justo a medio centímetros de mi nariz, literalmente, me miró a los ojos, cuando creí que todo no podía ser más perfecto sus ojos se cerraron levemente y sus labios rozaron los míos como si esperaban alguna respuesta de mi parte pero lo que menos se me pasó por la mente era que todo no acababa ahí sino que su mano izquierda cogió mi cabeza acercando mis labios a los suyos provocando la mayor de las convergencias, la magia más pura emergente de dos almas que se fusionan, la prohibición más dulce que haya tenido alguna vez en mi vida.

No sabría explicar a que saben sus besos solo que yo quería más y más.

Y fue justo ahí que todo tuvo sentido aquella noche de locuras. Había besado a mi mejor amigo, había confirmado a mi retorcida mente que estaba perdida por él.

Aquel 27 de abril debí olvidarlo para siempre, aunque fue todo lo contrario.

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