XV

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"Sin morir de miedo"

¿Tienes miedo?

No sé que es eso tomada de la mano de él.

—¿Tienes miedo Liam?

—No mientras estemos juntos.

Cuando era pequeña tenía miedo a caerme por miedo a que pudiera lastimarme las rodillas o el rostro, pero luego mi abuela me daba un besito en la herida y entonces mi miedo a caer desapareció. Años más tarde mi miedo eran los besos que hacían heridas.

Antes tenía miedo a perder su amistad por amarlo, pero ahora amarlo es lo único que me mantiene a salvo.

Joder han pasado varios días desde que tuve aquel problema de presión y aún sigo con variaciones en esta. Mi madre insistió en que viniera a ver a mi tía Claudia al hospital para que me reseteara unas pastillas y me pusiera un tratamiento adecuado.

Cuando llegué a la consulta, una preciosa enfermera rubia me atendió con mucha amabilidad y luego me hizo pasar para ver a mi tía.

—Hello aunt— saludé así ya que ella estuvo unos años en Londres, mi ciudad favorita y capital del mundo, por lo que su inglés es simplemente majestuoso.

—Hello my dear, how are you today?— contestó con la mejor calidez del mundo pero ya es hora de que dejemos el inglés por un momento y hablemos con seriedad que esto me preocupa.

—Me siento genial hoy, la verdad es que mi madre exagera a veces— y que lo digas, en ocasiones es molesta y persistente, madre al fin.

—Ya sé que ella suele pasarse con las explicaciones pero ya estamos de frente y te mandaré unos exámenes de química sanguínea para ver que es lo que causa este problema— suena como toda la profesional que es.

Esto de la química sanguínea ya me lo han hecho antes pero esta vez vine sola y tengo un miedo terrible a las agujas.

—¿Puedo llamar a alguien para que me acompañe?— le pregunté con una intención en la cabeza.

—Si, claro y de paso te ayude a relajarte, sé que tienes fobias a las agujas— dijo y ambas nos reímos porque es que ya 17 años y sigo en las mismas con las inyecciones.

Así que saqué mi celular para llamar a alguien pero pensé: mis chicas están en clases hoy, Albert debe estar de descanso o que se yo, eso me deja a una persona libre de todo pecado, Liam. Marqué su número en el celular de mi tía porque el mío está en casa gracias a mi apuro y respondió muy alegre.

—Si dígame —sonó tierno eso.

—Hey Super Babe, necesito un favor— le dije con voz de niña pequeña.

—Dime Babe— eso de Babe no me hace tanta gracia pero igual de su boca suena tan lindo que me rompo de la ternura.

— ¿Podrías venir al hospital?, es que me van a pinchar— hice un puchero como si me estuviera viendo.

—Claro que si boba, voy en camino desde ya, no ando lejos— rió y me colgó de una.

Ahora estoy mejor porque alguien querido y de confianza me va a hacer compañía en esto. Solo temo que alguien le diga a Albert cosas que son y no a la vez, pero... ¿y a mi que me importa? A fin de cuentas él y Danna se pavonearon en frente de muchos conocidos nuestros sin que les preocupara nada, y quien sabe cuantas veces más se han visto, así que se vayan al carajo. Uy sonó un trueno en el cielo, parece que va a llover, genial, lo que faltaba.

Estoy en medio del pasillo haciendo fila para pincharme el brazo, el escalofrío en mi barriga no se va, el miedo me está matando y Liam no llega. Cierro mis ojos y pienso en su presencia, en su olor, ahora comienzo a relajarme cuando de momento siento un cálido abrazo por atrás, ni siquiera tengo que abrir los ojos o voltearme a ver, ya sé que es él, su calor dice mucho, además que el olor de su colonia es inconfundible. Nunca pedí nada mejor en este mundo.

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