XXIII

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"Tour"

Jane se ha ido, no pude llamar a mis padres porque sus celulares estaban apagados, cosa muy rara.

Por otra parte estoy algo intrigada con la repentina cita de mi jefe, a lo mejor quiere hablar de nuestro próximo proyecto para la semana de la moda invernal. El Rolls Roys a llegado, me despido de Beverly y de Alan dejándoles la tarde totalmente libre para que hagan lo que quieran, el chófer de Mark es una persona mayor, amable y muy reservado, me abrió la puerta del vehículo y me saludó con su cabeza, cuanta clase.

El paisaje de la ciudad es precioso, la gente camina sin sentido alguno por la Gran Avenida, el río Támesis está reluciente hoy. Todo parece coordinar excepto por la dirección a la que vamos, es la zona baja de Londres, el lugar de la clase más humilde.

Las personas aquí viven en refugios estatales, casas rentadas, edificios viejos y en mal estado y hasta en tiendas de campaña en la calle. Con tal de tener un techo sobre sus cabezas son capaces de todo, venden drogas a quienes las pagan, incluso si se trata de niños o adolescentes menores de edad, la tasa de delincuencia aquí es mucho más alta que en otra parte de la capital, no entiendo porqué Mark me trae aquí.

Paramos justo en frente de una enorme casa vieja, la pintura parece gastada por el tiempo pero aún así conserva un toque mágico como si se tratara de que el tiempo se detuviera aquí. El decente empleado me abrió la puerta para que pudiera salir.

—Bienvenida— saludó amablemente con un gesto de seguridad. Salí mirándolo todo, no quiero perderme detalles, el barrio parece pobre pero tranquilo, hay mucha gente sentadas en los porches mirando el auto con admiración.

—¿Dónde está Mark?— pregunté extrañada al no verle, pero sentí el sonido del motor arrancando, me ha dejado sola en este lugar. No tengo miedo, por alguna extraña razón.

Camino hacia la casa que el chofer del Rolls Roys me señaló, los escalones rechinan, la madera parece muy vieja pero percibo un olor familiar, eran frituras caseras, que parecen venir de adentro. Toco el viejo timbre que retumbó por todo el lugar, una amable señora me abre la puerta con una amplia sonrisa dibujada en su rostro.

—Vaya ya estás aquí— dijo con mucha familiaridad hacia mí.

—Buenas tardes señora— saludé amablemente.

—Ay cariño, deja las formalidades para el trabajo— sonrió para luego tomar mi mano y halarme de ella.

Por dentro la casa parecía sacada de un cuento, la mujer colecciona pinturas exóticas con muchos colores, la casa parece moderna por dentro, sin nada que le falte, y yo pensando que era una pobre.

—Ahí estas...— dijo Mark saliendo de una puerta lateral.

—Hola Mark— sonreí dulcemente, espera... yo no soy así, por Euler, soy Adria Quentin: la mujer con más frío acumulado en el corazón que la propia Antártica. Cambie mi gesto con rapidez.

—Es mucho más linda de lo que mencionabas— dijo la señora sonriéndome mientras me daba una palmadita en el hombro.

—Gracias señora— dije con mucha calma y formalidad.

—De nada mi ángel, por favor no me llames señora, mi nombre es Ellen— musitó mirando discretamente a Mark.

—Perdone usted mi falta de modales, mi nombre es Adria Quentin...

—Eso ya lo sabía querida— rió— Mark habla mucho de ti— me he quedado anonadada con lo que esta mujer acaba de decir.

—Bueno Ellen, no hace falta que reveles todos nuestros secretos en estos momentos— dijo Mark algo nervioso por las palabras de la señora, yo me sonrojé al escuchar aquello.

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