* Capítulo 4*

135 40 154
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


 —¿Qué define a una persona?

—Su pasado: lo que vivió, lo que aprendió, los amigos que ganó, los enemigos que buscó, los buenos y malos momentos, aquellos en los que lloró lágrimas de alegría y otros en los que rió para velar la amargura de la tristeza. El pasado nos da forma, nos marca, dejando cicatrices algunas veces tan profundas que nunca sanan.

—¿Nada más?

—El futuro: lo que vivirá, lo que aprenderá, todos aquellos que vendrán a enriquecer o empobrecer su alma, las metas que se proponga lograr, los sueños que desee vivir, la felicidad de mirar atrás y sentir que ha tenido una vida plena. El futuro nos centra, nos da poder, la sensación de que tenemos la oportunidad de algún día hacerlo mejor.

—¿Qué haría una persona sin futuro?

—Una persona sin futuro es como un jarrón sin flores, aunque sea hermoso siempre se verá incompleto.

—¿Y qué hace una persona sin pasado?

—Una persona sin pasado es como tener las flores sin el jarrón, estará peguntándose constantemente donde ponerlas, y aun si encuentra un lugar, siempre dudará de que este sea el correcto.

—¿Entonces, qué es lo que verdaderamente la define?

—Es el presente: el momento en el que toma las riendas de su vida. Donde la decisión de ayer puede afectar la de hoy, y la de hoy, puede perjudicar la de mañana. Cuando recoge los frutos que plantó y siembra nuevos. Solo en el presente puede elegir. Tiene la libertad de no dejarse controlar por el pasado, o desilusionar por el futuro. No puede existir una persona sin presente, porque el presente, es estar vivo.

Ella sabía, que aunque intentaba sonar convincente, eran las palabras de alguien más las que salían de la boca de la señorita Halinor. Incluso una persona sin recuerdos es capaz de reconocer a una mala mentirosa cuando la ve; y no hay peor mentiroso, que alguien que no se cree a sí mismo. El verdaderamente sabio era quien había trasmitido esas enseñanzas a la señorita. De seguro se trataba de alguien especial para ella, pues sus ojos comenzaban a tornarse rojos de tanto contener las lagrimas. Tal vez lo hacía para ayudarla. Quería verse fuerte ante ella, quien acababa de despertar después de haber estado congelada en un iceberg por ni se sabe cuanto, y ahora despertó sin siquiera conocer su propio nombre.

Halinor había sido atrapada con la guardia baja. Compartir las enseñanzas de su padre era algo que nunca se imagino hacer; pero estaba segura que, desde el Ehlyfge, él estaría mirándola con orgullo después de esto. Si tan solo pudiera tomar, no esas, sino toda la filosofía de su padre y aplicarla en su diario, entonces no terminaría metida siempre en problemas.

Ya habían pasado cuatro días desde que se despertó en la bodega del buque. Durante todo ese tiempo compartió el pequeño camarote de David, con él y la resucitada mujer congelada, quien solo estuvo durmiendo. Después de que la trajeron, no hubo mucho que hacer. Sus signos vitales comenzaron a estabilizare poco a poco y aunque no abría los ojos o movía los músculos, "el doctor" decía que estaba bien; y ella, que no tiene ni idea de medicina, no le quedó más que creerle.

EhlyfgarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora