Capítulo 2

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El hombre observa con preocupación al notar la desesperación que la joven de cabello inusualmente rojo siente. Entonces, solo toma una de sus manos y sonríe.

— Tranquila, no te alteres — la chica lo mira con lágrimas en sus ojos — Lograrás recordar quién eres. Ahora descansa.

La chica desconoce completamente su identidad y de dónde proviene. Se siente completamente perdida al darse cuenta de que no tiene historia ¿Cuál es su nombre? ¿De dónde viene? ¿Quién es ese hombre? ¿Cómo llegó ahí? esa y muchas otras preguntas dan vuelta por su cabeza mientras siente que la somnolencia la invade. Por un breve instante duda de si puede permitirse el dormir; pero acaba decidiendo dejar de luchar y solo confiar en que no pasará nada malo.

En sus sueños, un inmenso bosque aparece frente a ella, parece conocerlo pero a la vez no. Lo recorre como si lo conociera; pero desconoce la razón. Está completamente confundida, mas no está asustada por ello.

Momento después, deja de caminar al ver un extraña criatura frente a ella. Un lobo negro de ojos blancos que no hace más que mirarla mientras permanece sentado.

Al verlo bien, la chica se acerca sin ningún miedo hasta quedar a pocos centímetros del lobo. Luce triste, perdido. Ella coloca su mano sobre la cabeza del animal y este cierra sus ojos, dejando salir un suspiro de alivio.

— Vesta...

Despierta de un salto al oír aquella voz, grave y ronca como un gruñido ¿quién es él? ¿Quién o qué es "Vesta"?

— ¿Cómo te sientes? — pregunta el hombre.

— Yo... Estoy bien... — mira al hombre — ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aquí?

— ¿No recuerdas nada?

— No... — sus ojos se llenan de lágrimas por la frustración de no saber absolutamente nada.

— Tranquila, pequeña. Todo estará bien. — acaricia su cabello mientras sonríe de una forma tranquilizadora — Te encontré tirada en el camino cuando volvía a casa. Pero desconozco tu lugar de orige, ya que nunca te había visto por este sitio. Por cierto, mi nombre es Jack.

— ¿Qué es este lugar?

— Esta es mi casa. Estamos en Cántaro.

...

Las horas pasan, y los días se vuelven noche para luego dar paso a una nueva mañana. Otra mañana en la que Borja espera sentado a la espera de que Vesta regrese. Tres días en los que Borja ha permanecido sentado en la entrada de la cueva. Solo. Esperando.

Pero ya es suficiente.

Al cuarto día, el caos reina por donde sea que el demonio pisa. La cólera que le provocaba la ignorancia es tan grande como él mismo. Y se incrementa aún más al no encontrar ni un solo rastro de Vesta.

— Deberías calmarte dice Gob — No estamos seguros de cuántos siglos han pasado desde que caímos dormidos. Es posible que Vesta... — los furiosos gruñidos del demonio lobo le impiden terminar la frase.

— ¿Qué tal si se fue? — acaba preguntando Lonch — Después de todo, es una humana. Es posible que nos...

— No. — interrumpe Borja — Vesta no habría sido capaz de traicionarnos de esta forma. Ella creció en este lugar. Ella... — la furia no lo deja pensar con claridad. ¿Y si en realidad es lo que Lonch dice? Pensar en ello solo lo enfurece más. — ¡Sigan buscando...! — dice en un gruñido.

Los demonios vuelven a dispersarse para continuar con la ya inútil búsqueda. Están conscientes de que nada podrá hacer que Borja cambie de opinión. Nadie puede calmarlo, ya que la única criatura capaz de hacer tal cosa, permanece desaparecida.

Al retornar su caminata habitual, el demonio recuerda aquellos tiempos en los que compartía con la humana que vio crecer. A su Vesta, la pequeña que crió como si fuera suya. La joven humana de cabello rojo y mirada dulce que le hizo sentir algo más que solo odio.

Su caminata se detiene en ese lugar de siempre. Ese lugar en el cual puede ver la ciudad humana. Ha cambiado demasiado. Es más grande. Hay más personas. Y eso acaba por enfurecerlo a límites peligrosos.

— No hay piedad... Para nadie... — gruñe al mismo tiempo que camina en dirección a los límites del bosque. — ¿Dónde...? — pregunta colocando su enorme mano en el muro invisible. — ¡¿Dónde está...?!

Y en un ataque de completa ira, el demonio da un gran golpe a esa barrera invisible que por siglos le había impedido salir del bosque.

— ¿Qué...? — mira sorprendido.

Al golpearlo, su enorme puño atraviesa el muro. Y este cae hecho pedazos cual cristal frente a él.

El muro se ha roto.

El bosque de los demonios (2): Fuera Del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora