12: Dudas y cólera

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-¡Muy bien! Chicos, arriba, sé que no se quieren ir, pero debemos.

El sonido de desaliento de todos los muchachos hizo eco en el bosque, la verdad ninguno quería irse, sabían muy bien, que pronto se acabarían las clases, que ellos se graduarían e irían a la universidad, que deberían aspirar por obtener un gran título y ser profesionales en su área, las carreras y asignaturas eran cosas que a todos ponían a pensar, incluido a Deidara, él no tenía el problema con estudiar y acceder a una universidad, sin duda le gustaría, pero en cuanto recordaba a su padre todas esas ganas se le iban, se preguntaba a menudo, si cuando se fuera a estudiar ¿podría librarse de su padre? él lo dudaba, estaba seguro que su padre jamás lo dejaría ir.

-¡Deidara!

El rubio dio un pequeño brinquito en su puesto, observando como todos reían.

-Vámonos Dei, ¿o acaso quieres que te dejemos en el bosque? ¡Anda camina!
-Sí, sensei.

Deidara subió rápidamente al autobús, por estar pensando ni siquiera se había dado cuenta que el único afuera era él.

De nuevo emprendieron su camino a casa, y una mala sensación se apodero de su estómago, el rubio trago fuerte, y Sasori que estaba a su lado, se dio de cuenta en seguida, y preocupado por ello, pregunto.

-¿Te sientes mal Dei? – su pregunta fue escuchada, ganándose la atención del blondo.

-Sí, solo son algo de nauseas, ya sabes no soy bueno con los autobuses – le comento, pero Sasori intuyo que no era eso lo que tenía así al rubio.

-No te preocupes, pronto pasara, buscaremos un modo y lo resolveremos – al escuchar esas palabras venir de la boca de Sasori, el blondo supo que lo había descubierto.

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Era lunes, los pajarillos trinaban y el dolor en la espalda del rubio no parecía cesar, al llegar del campamento había faltado una semana entera, porque su padre había hecho de nuevo de las suyas, su cuerpo se sentía terrible, por fortuna el dolor ya no era tanto como el primer día, le había dolido tanto, su cuerpo lo había rechazado de tal manera, que le dolía hasta ir al baño.

Había sido roto de nuevo, él pensaba que no era posible, pero cada vez se sorprendía más, en su pequeña entrada habían entrado objetos demasiado grandes y dolorosos para su gusto y lo habían lastimado horrores, y los azotes se habían cobrado todas sus energías.

Su recuperación había sido a medias, su padre no tuvo ni una gota de lastima, cuando los demás días, lo obligo a tener sexo y hacerle sexo oral todas las noches.

Para Deidara todo era asqueroso, pero cuando Orochimaru acaba en su cara, y con la punta de su miembro esparcía su semen por todo su rostro, el rubio sentía las ganas terribles de vomitar.

Tomo aire, y lo dejo salir de golpe, necesitaba relajarse y recordar que todo eso ya había pasado, aunque temblaba al recordar que se repetiría.

Entro al baño, y procedió a orinar, cuando iba acabando, escucho un sonidillo raro que lo puso en alerta, observo los cubículos que quedaban a los lados, y después de guardar su miembro en sus pantalones, dio unos pasos hacia atrás.

Se puso de cuclillas y observo debajo de las puertas viendo los cuatro aparentemente vacíos, entonces se hizo el tonto, se levantó con algo de dolor, se lavó bien las manos y abrió la puerta del baño, sin salir del baño, volvió a cerrar la puerta.

-Por fin se fue – escucho unos susurros que le parecieron muy familiares.

-Rápido, vístete imbécil, por tus arrebatos casi nos consiguen.

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