21: Itachi y Deidara

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Las luces del hospital siempre le habían parecido brillantes en exceso, pero hoy, le parecían tenues; postrado en una camilla mientras miraba el techo, las luces parecían opacarse cada vez más, eso, o ya se había acostumbrado a aquello, quizás solo había sido una semana de aquello, pero ahora todo le parecía muy irreal.

Giraba su mirada y se encontraba con lo único que le daba un poco de aire fresco; aquella ventana hermosamente puesta en el lugar indicado, le permitía ver hacia afuera, poder ver el cielo y los pajarillos que hacían sus nidos en las ramas de los árboles, le brindaba una extraña calidez a su ser.

Del otro lado, no había mucho, la maquina a la que había estado conectado hace unos días, y que ahora solo estaba allí; también la mesilla pequeña que estaba a su lado, y donde descansaban unas hermosas flores que le habían traído sus compañeros de clases, ellos se habían enterado de casi todo, menos del ya sabido hecho de que su padre lo violaba.

Aunque estaba seguro de que los maestros lo sabían, porque la mirada de consuelo y tristeza que le dirigió la profesora Kurenai  le hizo saber aquello.

En la misma mesilla había una consola portátil para jugar, Hidan se la había traído, diciéndole que era para que matase el aburrimiento, y vaya que había servido.

Volvió a mirar el techo.

Su cabeza se perdía en una sola cosa, ¿Cómo estará Itachi? A veces lo pensaba y su mente parecía revolcarse en el doloroso hecho de que quizás, el sensei no volvería más a su lado, después de todo se habían visto una sola vez y no había vuelto, ni siquiera para decirle “hola”.

Deidara pensaba que seguramente lo había aborrecido, después de todo, había sido tocado muchas veces por su padre, después de esas era tocado por el maestro, para borrar las huellas del mayor, también podía ser por el simple caso de que, había asesinado a su padre.

Algo que al fin y al cabo, término por aceptar ante los oficiales.

*****



-Entonces, lo que encontraste en el cajón fue el arma – supuso el investigador.

-Si – hablo Deidara – Pero faltaron las balas.

Ese día después de que Itachi lo visitase, los investigadores volvieron, él sabía a la perfección lo que buscaban y sin negar nada, comenzó a relatarles como había sucedido todo.

Ellos parecían apuntar ciertas cosas en sus libretas o simplemente se miraban y volvían la mirada al menor que estaba en la camilla, Deidara no sentía la necesidad de mentir después de todo.

-¿Las balas? – pregunto la mujer algo confundida.

-Sí, las balas – respondió con voz calmada – tenia que encontrar las balas, muchas cosas me fueron claras, yo siempre supe donde mi padre guardaba las cargas, lo hacía encima de cielorraso, entonces me subí encima de la cama y como pude alcance la lámina y la moví, las encontré, tome el arma y la cargue.

-Sabias cargar un arma ¿desde cuándo? – pregunto el hombre mientras lo miraba inquisitoriamente.

-Desde los quince, aunque lo mantuve en secreto – les conto – había visto a mi padre cargarla varias veces antes, y termine por aprender de tanto verlo.

-Entendido, procede con lo que paso – le pidió la mujer mientras anotaba algunas cosas.

-Entonces cuando entro a la habitación, le apunté – prosiguió su relato el rubio – le pedí que no se acercara, y él se burló de mí, trato de alcanzarme y yo en medio del miedo, apreté el gatillo, y a pesar de saber que sabía que eso le mataría, lo apreté tres veces más, hasta no asegurarme de que estaba totalmente muerto y que no iría nunca más a hacerle daño a nadie más. Prefiero eso a vivir con la culpa de saber que una vez más, alguien murió por mi culpa.

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