20: Hospitales y Verdades

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Estaba desesperado, internamente rezaba para que aquel hermoso rubio por el cual su pecho ahora latía desbocado, estuviera bien.

No se dio tiempo de nada, ni siquiera dejo su equipaje en casa, había llegado al hospital central justo como había salido de Fukuoka, con la misma ropa, sin siquiera darse una ducha y sin comer.

Salió de su auto, y a pesar de que los rayos de la mañana brillaban con hermosura, él parecía tener la mirada oscurecida por culpa del miedo que le ocasionaba pensar, en cuál sería el estado de Deidara.

Subió los peldaños que conformaban una pequeña escalinata de cemento, llego frente a la puerta, y al estar a punto de abrirla se encontró de cara con Kisame.

El hombre lo miro con cariño, y lo estrecho entre sus brazos, con calma lo fue empujando hacia atrás, hasta hacerlo sentarse en una de las bancas que rodeaban el lugar.

-Primero, antes que entres, quiero que te relajes – le pidió el entrenador – inhala y exhala, no quiero que llegues como un desesperado, sino no te dejaran verlo.

El moreno no dijo nada, y repitió el ejercicio que el otro le pidió, luego de haber recuperado la calma, se puso derecho, haciéndole entender al otro que estaba bien.

-Lamento lo de tu padre, era un buen hombre – le dijo Kisame a su lado.

-Gracias, ahora por fin estará con mamá, así que eso es bueno – dijo tratando de esbozar una sonrisilla. – pero dime ¿Cómo esta Deidara?

-Deidara, está bien, o bueno eso queremos creer – le comento con sinceridad – está despierto, sí, pero no ha hablado desde que fue internado. Los médicos están haciendo las pruebas finales, pero costo bastante, su cuerpo estaba delicado, lleno de golpes y su espalda…bueno, su espalda era un desastre, por ello los médicos se enfocaron en tratarlo mucho antes de tan siquiera pensar en hacer exámenes.

-O sea que aún no se sabe nada concreto – supuso el adulto mientras observaba a su compañero.

-No, los exámenes estarán dentro de poco y sabremos que paso en si – dijo con una sonrisa mientras se levantaba junto a Itachi para recorrer aquel tramo y poder llegar hasta donde el rubio.

-¿Y qué hay de eso de que…mato a su padre? – pregunto mientras apretaba los puños deseando que fuera una confusión.

-Aún no está confirmado al cien…pero – empezó de nuevo a explicar el entrenador – un vecino escucho unos disparos, entonces alerto a la policía, estos llegaron y descubrieron el cuerpo ensangrentado de Deidara a unos poco metros del de su padre, el cual tenía cuatro heridas de bala, en el pecho y en la cintura, dos y dos respectivamente. No había rastros de más nadie en esa casa, todo apunta a que fue Dei, sin embargo él no ha querido hablar con nadie. Yo espero que si te ve, al menos reaccione.

Itachi agacho la cabeza y suplico en silencio que así fuera, entonces se asomó hasta poder ver por aquel vidrio el cuerpo de Deidara tendido sobre una cama.

Sintió una punzada en su pecho al verlo, y agacho la cabeza sutilmente mientras aspiraba el aroma a detergente, látex y alcohol que había en el lugar.

Con el permiso otorgado de una enfermera, y por supuesto, presentándose antes, pudo entrar en aquella habitación que mantenía recluso al rubio.

Sus manos hormiguearon, quizás por el frio, pero sin importar se acercó a aquella belleza de ojos cielo.

Conectado a algunas máquinas que seguían su ritmo cardiaco, Deidara miraba perdidamente por la ventana, quizás haciéndose preguntas así mismo, o divagando en recuerdos llenos de sufrimiento o todo lo contrario, en recuerdos llenos de felicidad.

Chantajes SexualesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora