15: Despedidas y tristeza

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Lentos y pausados, degustando cada milímetro de los labios del otro, saboreando cada instante con una sensación de felicidad que era ajena para cualquiera, sus labios tropezaban gustosamente contra la boca del otro, buscando obtener la intensidad apasionada que cada uno guardaba en ese momento en su interior.

Azul y negro se toparon, y Deidara se sintió eclipsado por la necesidad de fundir una vez más, su cuerpo en el de quien era su profesor y amante al mismo tiempo.

El moreno no rechazaba su ímpetu, es más, recibía sus muestras de cariño con un gran regocijo.

-Sensei… - su voz sonó bajita, y el mayor soltó aquellos rosados y ahora hinchados labios que brillaban gracias a la lengua de él mismo, que se había paseado traviesa delineando aquellos finos tramos de carne que lo ponían a delirar.

-Dime – él tampoco tenía mucho que decir, simplemente resbalo sus labios por el cuello del menor, besando directamente el trozo de piel que escondía su yugular.

-Hagámoslo sensei – su pedido sonó con la misma inocencia que tenía un niño cuando pedía un dulce.

-Pero, tu espalda…aun esta… - el hombre solo bajo la mirada, mordiéndose el labio con algo de preocupación.

-Lo hacemos con cuidado, ¿Sí? Antes de que se tenga que ir, sensei – la mirada oscura expreso tristeza casi de inmediato, pero una sonrisa de aquel hermoso rostro, era suficiente para acallar todas sus dudas.

Resbalo sus dedos con cuidado por aquella blanca camisa, abriendo poco a poco los botones que la mantenían cerrada, lleno de ternura aparto la tela de la espalda del chico, dejando que esta resbalara por sus brazos.

En un extremo silencioso de uno de los despachos antiguos y abandonados, ambos estaban dándose una silenciosa despedida. Itachi no deseaba apartarse de su lado, pero su padre le preocupaba, y no deseaba ser un terrible hijo, y no visitar a su padre, si este iba a abandonar este mundo, al menos deseaba poder escuchar su voz una última vez.

Deidara pareció leer sus vacilaciones en sus pupilas, y con cariño dirigió sus manos al rostro del moreno, y acaricio aquellas blancas mejillas con sus pulgares.

-Todo estará bien, confiemos en eso – le comento con sutileza mientras Itachi soltaba una pequeña sonrisa y volvía a besar aquellos delirantes labios.

Esta vez, no se comparaba a ninguna de las anteriores, los métodos, el roce, las sensaciones e inclusive los besos se sentían diferente, como si ambos estuvieran llenos de miedos y dudas, y solo de este modo se las confesaban.

Los brazos de Itachi acunaron a su estudiante, y con delicadeza, hizo desaparecer cualquier prenda que protegía la parte baja de este. Deidara sintió el simple pero maravilloso roce de su maestro y dejo salir un sonidillo placentero, sin duda, jamás se arrepentiría de poder compartir esos momentos con el pelinegro.

Su cuerpo se sintió invadido, y gustoso sonrió, aceptando todo lo que se le daba, borrando cualquier duda en su ser, porque sentir que era Itachi quien estaba allí, calmaba siempre cualquier miedo que tuviera su corazón.

Colmado de felicidad, dejo que sus labios expresaran con sonidos las gustosas sensaciones que ahora invadían su cuerpo, y enrollando sus brazos en el cuello del hombre, se permitió perderse en aquel oscuro abismo del que quizás nunca querría salir.

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-Muy bien, la clase termino, les deseo suerte en sus exámenes – hablo el maestro de ciencias mientras veía a sus alumnos levantarse.

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