Capítulo 1: Su nombre rima con imbécil

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Don't Stop Dancing ~ Creed

Mi nombre no tenia nada de especial, era uno simple, común, Tatiana, nada muy sofisticado, ni nada muy complicado, solo tres silabas, que juntas formaban mi nombre

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Mi nombre no tenia nada de especial, era uno simple, común, Tatiana, nada muy sofisticado, ni nada muy complicado, solo tres silabas, que juntas formaban mi nombre.

Mi aspecto, ojos color café, pelo castaño, a la altura de mi cintura, piel clara pero algo (bastante) pálida, altura promedio, lo necesario por delante y por atrás no mucho la verdad, contextura, según mamá, rellenita, según papá, espagueti, según yo, normal.

Si, bueno, mis padres no se pone de acuerdo muy a menudo, pero se aman que es lo importante.

Mi personalidad no estaba muy definida, la mayor parte del tiempo trataba a todos con odio y rencor, a veces era buena, amable y sonriente, y tan solo a veces, amorosa, y empalagosa.

Eso último casi nunca pasaba.

Mis amores, eran muy resumidos en este preciso momento, mi familia, mi perrita, mi mejor amiga, y las nubes del cielo.

Solo había tenido una pareja a mis cortos catorce años, y había sido un amor infantil, así que no lo contaba—del todo— prefería vivir sin preocupaciones, con la mente abierta a nuevas oportunidades, sentimientos y emociones.

Bueno... no tanto, o sea, si de esa manera, pero a la vez no. Me daba miedo salir de mi zona de confort, pero juro que trato de experimentar todo lo que puedo, o más o menos.

Esa era yo Tatiana Morgan, una adolescente —con mente de niña—que deseaba vivir al máximo cada día, hasta el momento en que lo conocí.

Un día gris, en el parque al que solía concurrir todas las tardes, a veces con Koala—mi perrita— o sola con un libro haciendo de compañía.

No diría que soy una fan empedernida de la lectura, no, eso se lo dejaba a mamá, ella sí que era fan de eso.

Prosiguiendo con el tema, el día que lo conocí, me pareció el tipo más desagradable que había pisado el césped del hermoso parque Marchtt, pero aún peor me pareció en el momento en el que lo vi sentado, leyendo un libro, en el círculo de madera que había en una esquina de este, ese era mi lugar, ¡Mi lugar Feliz!, y él estaba ahí, ocupándolo, la indignación me lleno por completo de la cabeza a los pies.

Mi único impulso fue ir corriendo al lugar e insultarlo con la peor palabra de mi vocabulario.

—Imbécil— le dije con furia.

Él se volteó sin darse cuenta de lo que mi insulto significaba, y con sus ojos color avellana me recorrió de arriba a abajo y soltó una carcajada.

Fue en ese preciso instante que lo odio aún más, se había atrevido a burlarse mí, me ofendió, pero luego me ofreció una mano y se presentó, como si no hubiera pasado nada.

La chica de las NubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora