EN MIS ENTRAÑAS | REED900

16 - COMPÁS DE LOS SUEÑOS

Se desconoce el tiempo en el que Gavin estuvo gritando y retorciéndose. Su claro objetivo de liberarse por cuenta propia había fallado rotundamente. RK había estado escuchando como el humano se removía y pataleaba hasta que a eso de las 1:00 de la madrugada cesó. Se apago como si de una pequeña vela se tratase. Su cuerpo sucumbió ante el agotamiento y la frustración.

Nines esperaba sentado en el sillón de la sala con una paciencia inhumana. Sabía a la perfección que la fortaleza del detective se agotaría tarde o temprano.

El androide se levanta del cómodo asiento y camina lentamente hasta la habitación. Entra y hecha un vistazo al hombre aun amarrado a la pata de la cama. Esta estaba ligeramente desplazada hacia un lado, Gavin había intentado moverla pero con pocos resultados.

El pecho del menor subía y bajaba, su respiración era forzosa y pesada. Estaba entre dormido y desmayado. Su cabello se hallaba revuelto al igual que su ropa. En su rostro descansaban lágrimas secas, estas se sumaban a la herida que le había provocado el androide horas atrás. Sin duda era un completo desastre y eso hizo que 900 sintiera algo de compasión por él.

Nines le quita el cinturón que amarraba sus brazos y lo acomoda en la cama. Lo desviste y lo prepara para dormir.

Luego de taparlo con cálidas mantas, se acomoda detrás de su cuerpo en un abrazo que envolvía su cintura. Poco a poco la respiración forzosa de Gavin fue disminuyendo, al igual que su ritmo cardiaco.

RK900 se quedó despierto toda la noche controlando sus signos vitales. El cuerpo de Gavin, entumecido y frío por pasar tanto tiempo invalidado en una misma posición, se relaja por completo con el correr de los minutos. El humano entro en un profundo sueño por el resto de la noche. Tal vez sin siquiera saber que el motivo de su padecimiento se hallaba pegado a su espalda, controlando cada uno de sus movimientos.

Recién a las 10:00 de la mañana un lento y perezoso Gavin abre los ojos. Se sienta en la cama y automáticamente comprueba una serie de cosas insólitas que marearon su mente.

En primer lugar, la espalda y el cuello le dolían sin saber muy bien por qué, al igual que su barriga (aunque esta última se deba seguramente al hambre). En segundo lugar esta vestido con ropa de pijama, cosa que no recuerda habérsela puesto la noche anterior. Y finalmente en tercer lugar... ¿Qué demonios le había sucedido antes de caer inconsciente en la cama? ¿Dónde estaba Nines? ¿Qué era lo que había pasado anoche? Se recuerda a sí mismo llorando y gritando el nombre del androide. Recuerda como pelearon y como lo había amarrado a las barandillas de la cama.

Gavin deseaba pensar que aquello último había sido solamente una escabrosa pesadilla pero el dolor en sus muñecas y las punzadas en su rostro argumentaban lo contrario. El humano había caído en la ingenuidad confusa que se suele tener por la mañana antes de estar completamente espabilado.

Se levanta para mudarse de ropa a una más abrigada. Era una nevada mañana de domingo, día para estar en casa sin mover un músculo. Pese al dolor corporal, este sin duda era el mejor plan que el castaño pensaba ejecutar.

Gavin toca con cuidado su rostro, había una lesión que recorría su pómulo hasta terminar en su boca. Como un arañazo irregular hecho por un gato muy agresivo. La herida, si bien dolía y hasta palpitaba, estaba cicatrizando con éxito.

Y antes de reflexionar lo que había acontecido la anterior noche, un aroma a pan horneado se filtró por la ranura de la puerta y despertó su sentido olfativo. Era tan delicioso que el menor comenzó a salivar como espasmo involuntario ante el hambre que tenía. No había cenado anoche, o por lo menos no lo recordaba. Una rebanada de pan crujiente sumado a una taza de café era lo que más aspiraba en ese momento.