Dueña

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Y ahí estaba, sobre su mesita de noche, a la espera de que termine su día y decida sumergirse en mí.

Sabía que yo le hacía bien, más que nada cuando terminaba su día con mucho estrés encima.

Me había elegido entre tantos otros que tenía, y eso me hacía sentir especial. Es lindo cuando la gente te elige estando rodeado de más como tú, ¿sabes? Te hace sentir especial, te hace sentir bien contigo por ser quien eres.

No sabía si mi historia era interesante para ella, pero ella seguía conmigo, y eso es lo que más me importaba. Quería estar para ella, porque ella estaba sola. 

La había escuchado llorar y lamentarse de ello por mucho tiempo, y realmente quería que sepa que contaba conmigo. Había escuchado su discusión, y había visto cómo ella se acurrucaba en aquel sofá durante un rato largo a llorar.

Quería que esté bien, que no piense en eso que la hacía sentir triste.

Esperaba ser suficiente para ella, esperaba poder ser quien colabore, entre tantos otros, en hacerla olvidar durante un rato de aquello que le rompía el corazón todos los días y hacía que le cueste levantarse por la mañana para empezar su día. 

Cuando llegaba de la universidad se veía cansada. Cenaba algo y se iba a duchar. Mientras preparaba sus cosas para el día siguiente sin ánimo alguno, yo me emocionaba por el hecho de que luego de eso, sabía yo, iba a acudir a mí.

Y así pasaba; se recostaba en su cama junto con su perro, prendía su lamparita de noche, y se sumergía en mis páginas.

Y era en ese momento cuando yo la veía. 

Al principio le costaba concentrarse, pero luego, su expresión facial cambiaba, y era ahí cuando yo ya sabía que le estaba haciendo bien. 

Mis páginas y yo le hacíamos bien.

Introspección. Soltar y descargar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora